miércoles, 20 de mayo de 2009

BENEDETTI

"Cuando muera quisiera desmorirme
tan solo por un rato para ver
como el mundo se lleva con mi ausencia"

Con tu ausencia, maestro, nos llevaríamos mal, muy mal, si fuera ausencia. Pero tu palabra siempre será presencia. Tú no mueres, maestro, perteneces a esa memoria que llena nuestro olvido, estás en todos los inventarios de nuestra vida. Y siempre que te vayas de vos mismo te esperaremos en los tres o cuatro puntos cardinales. Hoy te robo tus versos sin miramientos, maestro, sin ponerles comillas ni cursiva, sin el más mínimo respeto a tu propiedad intelectual. Porque tus versos son de todos los que alguna vez quisimos ser poetas y por tu culpa desistimos del empeño. Imposible aspirar a lo más grande cuando ese puesto ya estaba ocupado. Porque, como los suicidas, todos sabemos dónde nos aprieta la incertidumbre.

No he llorado, maestro; mis lágrimas serían de puro vicio, como las del cocodrilo y las del sauce llorón. No he llorado, maestro, porque no te has ido, porque tengo tus versos en mis manos y en la cabecera de mi cama. Y porque siempre podré refugiarme en tu rincón de haikus para que me besen sin rodeos, a quemarropa, o comprarme un tango en el kiosko de adioses del aeropuerto. Mientras tanto veré todo lo que tus ojos me enseñaron a ver; veré cómo los bombardeos siguen remediando para siempre la sed y el hambre de tantos desdichados y lo solitaria que viene la muchedumbre tras el desfile.

No te has ido, maestro. Los demás nos quedamos velando nuestros escombros.

jueves, 14 de mayo de 2009

VIRUS, HERPESVIRUS, RETROVIRUS

Sólo el título de la tesis ya encierra el planteamiento, nudo y desenlace de la obra; se llama "HERPESVIRUS HUMANO 6 Y EFECTIVIDAD CLÍNICA DEL TRATAMIENTO CON INTERFERÓN BETA 1b EN PACIENTES CON ESCLEROSIS MÚLTIPLE EN BROTES", así, simplemente; y es un tocho de tres centímetros de espesor, tapas azules con letras plateadas y multitud de gráficos y extensa literatura donde, por lo visto, se explica con pelos y señales las reacciones del herpesvirus ese ante el tratamiento antedicho. Marta, muy tranquila y con mucho aplomo, ha hecho una exposición que a mí, desde mi ignorancia y desde mi incontestable parcialidad, me ha parecido brillante aunque no he entendido absolutamente nada. Luego los miembros y miembras, que diría doña Bibiana -en este caso, tres miembras contando a la presidenta y dos miembros- la han sometido durante una hora y sin atisbo de piedad a un cruel interrogatorio sobre virus, herpesvirus, retrovirus, prevalencia, reacciones en suero, reacciones en sangre, segmentos de población por paises, por sexos, por edades, en fin, la leche. Y mi niña ha salido airosa de todas las trampas sin despeinarse y sin descomponer el gesto; disertando sobre todos esos conceptos incomprensibles con la misma naturalidad que si hablara de una receta de cocina. Uno de ellos, por buscar defectos, se ha metido hasta con temas lingüisticos y la ha recriminado que haya utilizado el verbo "testar" para referirse a realizar un test, que testar es hacer testamento. Pues bien, desde aquí quiero recomendar a ese señor tan listo que mire el diccionario de la RAE y verá que la segunda acepción de la palabra "testar" es Someter a test a una persona o cosa para comprobar sus conocimientos o sus propiedades y calidad. Según esa definición, él ha testado a Marta con verdadera saña. Pocos errores ha debido encontrar el erudito para meterse en esa gilipollez.

Cuando ha terminado la tortura de las preguntas, la presidenta ha invitado al público a abandonar la sala para que el tribunal deliberara. Y al cabo de un cuarto de hora nos han vuelto a llamar. Hemos ocupado nuestras butacas y el tribunal se ha puesto de pie. Los espectadores le hemos imitado para escuchar el veredicto con la solemnidad pertinente. Entonces la presidenta lo ha dicho: consideraban que era una tesis magnífica y le otorgaban la más alta calificación: SOBRESALIENTE CUM LAUDE.

Perdonadme las babas. Mi niña pequeña,
aquella que nació en el coche, ya es doctora en biología.

martes, 12 de mayo de 2009

VIVIR

Siempre me sorprende el instinto de supervivencia en muchas personas para las que el mundo es un lugar inhóspito y cruel y a las que la vida trata con dureza extrema, ya sea en el aspecto material, en el emocional o en ambos. Yo, que me considero moderadamente afortunada y que soy consciente de todos mis privilegios, confieso que hay veces, muchas veces, que tiraría la toalla y que contemplo la muerte como una tabla de salvación o como una especie de balneario de reposo. Por eso me fascina que el ser humano –sobre todo, el más desfavorecido- se revuelva tanto contra la adversidad y luche a brazo partido para ganar una batalla, cuya improbable victoria sabe que no acarreará un cambio profundo en su vida sino, acaso, la oportunidad de continuar para siempre en esta lucha sin cuartel. Igual me asombra el terror que suscita una lejana amenaza, como por ejemplo ahora la gripe porcina, en gentes que no parecen tener motivo alguno para aferrarse a la vida, que se sienten inmensamente desdichadas, solas, inadaptadas, desasistidas y abandonadas por el mundo; gentes sin amigos, sin amor, sin familia, sin siquiera recuerdos reconfortantes y que, sin embargo, la idea de la muerte les produce un pánico insuperable.

Quizá sea la creencia de que mientras hay vida, hay esperanza, esperanza en otra oportunidad, lo que les ata a la existencia o quizá el miedo a lo desconocido, a lo que pueda haber al otro lado. Porque ni siquiera la promesa católica de una felicidad sin límites en un cielo eterno y en presencia de Dios, resulta demasiado tentadora, ya que ni a los más píos les seduce la idea de la muerte; como mucho, cuando es inevitable, la aceptan y la ofrecen a Dios como el sacrificio supremo. Tal vez no se acaban de fiar o tal vez la eternidad les resulte demasiado larga, incluso en el cielo; es que es mucho, la eternidad. Más seductor parece el paraíso islámico, a juzgar por la cantidad de voluntarios dispuestos a inmolarse, puede que engatusados por la quimera de un harén de bellísimas huríes dedicadas en exclusiva a colmar de placeres sus sentidos.

Pero son los menos; la mayoría prefiere siempre el infierno conocido a todos los inciertos paraisos que prometen las religiones, aunque este infierno obligue a jugarse a diario esa vida tan apreciada. Y, por supuesto, la mayoría prefiere este infierno a la nada absoluta de los no creyentes. Algunos, en su afán de trascendencia, se agarran a la reencarnación -cualquier cosa, antes de aceptar la desaparición definitiva- pero tampoco convence, porque vaya usted a saber en quién o en qué nos reencarnamos, una lotería.

Y es que, no sé; esto es lo que hay y es lo único que tenemos.

jueves, 7 de mayo de 2009

Y YO, QUE QUERÍA SER RUBIA

Cuando era pequeña quería ser rubia pero la naturaleza me dotó con un pelo negro zaíno que brillaba mucho al sol; también quería cantar muy bien y ser bailarina, sin embargo siempre tuve un oído siniestro incapaz de reproducir la más sencilla armonía y, cuando intentaba bailar el rock, mis piernas y brazos se trababan en unos nudos imposibles y acababa rodando por la pista. Me acuerdo que me encerraba en el cuarto de baño y, mirándome en el espejo, me imaginaba que mi melena negra se volvía dorada de repente y mis ojos se ponían azul turquesa y cantaba y bailaba como Marisol. Yo creo que quería ser Marisol; luego, mucho más tarde, me he enterado de que Marisol no quería ser Marisol sino Pepa Flores, lo que son las cosas.

Ahora ya no quiero ser rubia y en cambio los peluqueros siempre insisten en quitarme este negro zaíno, que me hace muy dura, dicen. Y yo digo que mejor, que a alguien engañaré. Lo malo es que en cuanto me descuido me salen las raíces blancas y asoma la abuela que llevo dentro. Porque ocurre que hoy, 7 de mayo, cumplo sesenta tacos de almanaque.

Y la verdad, no sé muy bien cómo tomármelo. Porque ahora, cuando me miro en el espejo, veo a aquella niña que quería ser rubia y también veo a aquella adolescente tímida, enamoradiza y frágil que quería ser escritora, aunque no fuera rubia. Y veo a la novia del chico más guapo de la pandilla, del más ligón, del más ingeniero y del que mejor cantaba. Veo a aquella chica, poca cosa, que besaba por donde él pisaba y que intentaba ser la que él quería que fuera. En el espejo se sobreponen, una tras otra, las imágenes de todas las mujeres que fui y me pregunto si la que soy ahora guardará todavía algo de aquellas. Porque también aparece la recién casada de veintidós años, niña bien del barrio de Salamanca, que dejó una familia como debe ser y se fue a un monte perdido en las Islas Canarias para emprender la aventura de la vida. Era el año 71 y en aquel monte reseco y polvoriento, con casas desperdigadas aquí y allá, todavía estaban esperando que entraran los nacionales; allí no podía ponerme los modelitos que me había hecho una modista carísima de la calle de Ayala y mi única amiga era la Susita, una vieja desgreñada que me asustó una mañana cuando la vi obsrvándome al otro lado de la ventana, como la bruja de Blancanieves, y la invité a café porque algo me dijo que mejor sería hacerse amiga suya. Desde aquel monte reseco y polvoriento escribía cartas a mi madre diciéndole que vivía en un vergel y que me despertaban los cantos de los pájaros; mientras tanto él trabajaba sin tregua ni descanso en aquella presa inverosímil que algún día se llenaría sólo con agua de lluvia y con las escorrentías que bajaran de más arriba, y anegaría las casitas del valle. Por la noche se asomaba a la ventana a ver si se movía la grúa. En aquel monte reseco y polvoriento, la niña del barrio de Salamanca enseguida vió crecer su vientre y ya no era sólo la Susita su compañía, también hablaba con su niño, al que desde entonces empezó a querer tanto.

En el espejo aparece una madre joven e ilusionada pero también asustada y sola, que quería seguir siendo hija un poco más de tiempo. Y lo que llegó poco después, todo lo que me vino tan grande, tan inesperado, tan absurdo. La perplejidad, las preguntas. E improvisar la vida cada día y vivir a trompicones; salir de cada paso como podía, sin tiempo, sin sabiduría. Me pilló la vida por la espalda. El espejo se empaña un poco con las lágrimas, pero ya no me acuerdo del motivo.

En mis arrugas se esconde todo aquello; y tres o cuatro amores importantes; y tres hijos más. Y Jaime, que se fue. Pero, alrededor de los ojos, también tengo unas arrugas pequeñitas que me han salido de tanto reírme.

Hoy cumplo sesenta años y soy la que soy por todo aquello. Creo que no voy a operarme las arrugas.
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domingo, 3 de mayo de 2009

2 DE MAYO EN EL BERNABEU

Recuerdo una vez, hace algunos años, una noche que el Real Madrid había ganado algo importante, no sé si era la liga o la novena copa de Europa, que nos fuimos a Cibeles tocando alegremente el claxon por la carretera de La Coruña, pi, pi, pipipi, entre otros muchos coches que sacaban banderas blancas por la ventanilla. Uno de aquellos conductores, contestó muy serio a nuestros pitidos que menos fútbol y más leer, como si fuera incompatible. -A mí no me interesa el fútbol, yo leo, nos espetó con infinito desprecio, seguramente era un intelectual. Los que no son futboleros no pueden entender ni la euforia desatada ni la desolación colectiva que se desparramaba por las calles de Madrid este 2 de mayo en el que la carga de los mamelucos nos laminó en el Bernabeu. Los que somos futboleros tampoco lo entendemos ni lo podemos racionalizar. No tiene ningún sentido que una victoria nos haga olvidar -aunque sólo sea por un rato- las angustias y los problemas de cada uno ni que una derrota tan aplastante como la de anoche nos hunda en un pozo de amargura, afortunadamente, también por un rato. -Sólo es un partido, repetimos como un mantra tratando de conjurar nuestra tristeza y nuestra rabia. Y es que esto del fútbol es un vehículo para canalizar las pasiones, sobre todo los más bajas; hasta el punto de que no sé qué nos produce más placer, si la victoria de los nuestros o el hecho de que los rivales muerdan el polvo. Sólo hace falta escuchar con un poco de atención los gritos de las hinchadas ganadoras, que en un altísimo porcentaje están más dirigidos a humillar al contrario que a ensalzar al vencedor. Esto es así, e intentar imbuir de racionalidad al forofo es perder el tiempo, entre otras cosas porque se desvanecería gran parte de su esencia, que consiste básicamente en joder al adversario.

Cuando esta mañana he bajado a comprar el pan a una tienda de mi barrio, el tendero ha despedido a un parroquiano diciéndole con un punto de mala leche: -adios, hombre, que te lo pases hoy mejor que anoche. Y, bueno, así es la cosa.

Siendo políticamente correcta -o correcta a secas- no me queda otra que felicitar a los culés, aunque me ha brotado un sarpullido de envidia en lo peor de mi misma y estos picores sólo se me aliviarán si el Chelsea los elimina de la Champions.

Pues eso, que enhorabuena al Barça y a esperar tiempos mejores, que llegarán tarde o temprano. Por lo menos no marcó Eto'o, hubiera sido demasiado.

No voy a colgar el himno del Barça que sería lo suyo, porque no soy masoquista. Así que entonemos el "Gracias a la vida" que, a pesar de todo, nos ha dado tanto.