domingo, 23 de diciembre de 2007

VIAJE A ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Konstantínos Kaváfis.

lunes, 17 de diciembre de 2007

EPÍLOGO


Como las cosas casi nunca son blancas ni negras, a mi también me ataca el famoso espíritu ese, que parece que es que yo me paso la navidad amargada por las perversidades del consumo y despotricando del gasto energético. No, no soy tan talibana. A mí también me gusta reunirme con mis hermanas a rellenar unos pavos con la receta de mi abuela y juntarnos tropecientos, desde mi madre hasta la benjamina Almudena, que este año va a ser un caos con los cuatro nuevos bebés de la familia. Y brindar para que el año próximo estemos todos o más, que siempre hay más. Y también me pongo triste porque ya no está mi padre, con lo que disfrutaba y, sobre todo, porque no está Jaime. Y me lo paso de miedo jugando al trivial y a eso que consiste en adivinar el significado de las palabras más raras del diccionario y cada uno de los chicos dice un disparate más grande. Y a las películas, que nos tronchamos de risa escenificando los títulos.

Yo también voy al Corte Inglés o a los mercadillos de artesanía -soy más de mercadillos- y escojo con cuidado los regalos de mi gente. Y me encanta ir a cenar con esos amigos que no veo casi nunca pero que quiero un huevo. Algún lector de este blog sabe que soy yo quien ha organizado la cena y ha hecho encaje de bolillos para cuadrar las agendas de todos. Y me emociono con Palomita y Marcos poniendo los zapatos a los Reyes, el otro día escribimos la carta. Y todavía se me hace un nudo en la tripa cuando me acuerdo de otra carta que nunca llegó a Oriente; Jaime, con su caligrafía de ocho años, la escribió demasiado pronto, en septiembre, pero yo la encontré en su mochila del cole demasiado tarde: Queridos Reyes, este año no he sido ni malo ni bueno, pero quiero que me traigáis el barco de los airgam boys. Sí, yo también vivo la navidad, como todo el mundo, con sus risas y sus penas. Pero nada de esto cambia ni una coma a todos los topicazos y obviedades tan vulgares que escribí en el anterior post, porque los topicazos es lo que tienen, que casi siempre son verdad.

Por alguna razón que ignoro, vengo observando que este blog provoca algunas reacciones inusitadamente airadas y agresivas. Y no lo entiendo muy bien. A mí, por poner un ejemplo muy evidente, no me gusta Federico Jiménez Losantos y os aseguro que si dejara de hablar por la radio no me enteraría porque no le escucho jamás. Lo mismo me pasa con algunos periódicos y con algunos blogs. Que no sé lo que dicen porque no los leo. Suponiendo que Nani tuviera un blog -que yo no digo que lo tenga- no se me ocurriría entrar para decirle impertinencias del estilo de mira, Nani, bonita, esto te va a doler pero a tu edad ya deberías irte enterando de que los Reyes son los padres, porque creo que está en su derecho a ir levitando por la vida; simplemente no entraría en un blog que -en caso de que existiera- me produciría un bostezo infinito. Sin embargo aquí entran algunas personas que les caigo gorda y les crispan mis opiniones, ya sean de política o de la navidad, pero, erre que erre, me siguen leyendo quién sabe por qué. Me debería dar igual que me llamaran vulgar o lo que me quieran llamar, pero no soy tan dura. Soy demasiado vulnerable -debe ser cosa de una frágil autoestima, me lo tengo que mirar- y, para qué negarlo, me duelen los ataques personales. No por lo que dicen, que tampoco es para tanto, sino por los sentimientos que intuyo detrás de las palabras. Me precio de tener amigos de todas las ideologías, desde falangistas a comunistas, republicanos y monárquicos, ateos y del Opus, rojos, fachas y mediopensionistas, y nunca he desestimado una amistad, ni incluso un amor, por su manera de pensar. Creo que las personas tenemos otros valores más importantes y siempre que no se hagan trampas y se actúe con honestidad, todo el mundo es válido. Pero a mí sí se me ha descalificado por mis ideas o por las opiniones que he expresado aqui. Se me ha llamado vulgar, panfletera, que doy pena y no sé qué más. Y esas cosas son ataques frontales a mi persona y se escriben con mala baba o, por decirlo de una manera más suave, con ganas de fastidiar.

No me apetece escribir escogiendo las palabras con pinzas para no molestar a nadie, porque eso no es escribir ni es nada. Digo lo que pienso o lo que siento en cada momento emocional, pero no creo que ni en los ciento y pico artículos del blog anterior ni en los noventa y tres -noventa y cuatro con éste- del actual haya insultado a ningún lector. Bien es verdad que sois mayoría los que me habéis dado unas muestras de afecto de las que me enorgullezco y os agradeceré siempre, como a los que habéis sacado la cara por mí. Pero tampoco me apetece ser el blanco de un pim-pam-pum ni que mi blog se convierta en un ring dialéctico.

Me gusta escribir, no lo puedo evitar, y escribo para que me lean; por eso puse muchísima ilusión en esta cosa de los blogs, porque era un medio sencillo -y encima gratis- de que mis escritos llegaran a la gente. Pero calculé mal el riesgo.

Feliz año, amigos. Yo me voy. Esta vez no es una rabieta ni un cabreo, es una decisión meditada que quizá se haya acelerado con los comentarios dejados en mi último post. Pensaba terminar el año pero, total, ya casi se ha acabado.

Pinchando en la foto está mi felicitación. Me la ha mandado alguien que me quiere un poco. Suscribo todo lo que dice.

* No tengo palabras para agradecer las muestras de afecto que estoy recibiendo via e-mail o teléfono. ¡Sois la leche!

sábado, 15 de diciembre de 2007

TIEMPO DE MENTIRA

El cielo se disfraza de azul purísima para que nos confiemos, pero los termómetros de las paradas del autobús, a las nueve y pico de la mañana, marcan dos grados bajo cero; para mí, en estas condiciones, salir de la cama es una hazaña que roza lo heroico y no digamos poner un pie en la calle.

Ya están entrando esos días tan entrañables en los que nos ponemos como locos a organizarnos la vida de manera que nos quedemos sin un duro en el menor tiempo posible. Las calles de Madrid son un exceso de luces que nos deslumbran, que nos aturden, que nos ciegan para que no miremos hacia el interior de la realidad; ahora toca ser feliz, ya vendrá enero con la rebaja, como si la felicidad dependiera de la pasta que cada uno sea capaz de gastarse. En estos días nos incitan, todavía más de lo habitual, al consumo desaforado; a los niños los encandilan con unos juguetes carísimos que, para colmo, cierran las puertas al más mínimo atisbo de imaginación, que empiezan y acaban en sí mismos, que sólo sirven para mirarlos funcionar ellos solitos y, claro, la ilusión les dura menos que las pilas. Eso sí, aprenden a envidiarse desde la más tierna infancia. A los adultos nos obligan a regalarnos unos a otros mil gilipolleces para demostrarnos que nos queremos, parece que el cariño y la amistad se venden en El Corte Inglés.

Por otra parte, hay que acallar las conciencias enseñándonos la postal de la pobreza. Mil y una ONG's se asoman a la tele para mostrarnos la cara oculta del mundo, los niños prostituidos, los niños trabajadores, las enfermedades de los pobres y así, "por menos de lo que cuesta un café al día" nos podemos comprar el derecho al despilfarro.

Los políticos también ponen su granito de arena en esta descomunal estafa. Con la mirada puesta en el mes de marzo, resulta que to er mundo e güeno y se hacen la foto del bracete. Menos mal que la gente es lista y los dejó casi solos en la concentración del día 4. Espero que cuatro años de mentiras, de manipulaciones, de excesos y de mugre no se borren de la memoria con esta nueva mentira.

También desde la caja tonta nos ofrecen pasta que, con sólo una llamada, aparece en la cuenta corriente y las familias se endeudan hasta la asfixia mientras los beneficios de la banca engordan hasta el infinito.

Al mismo tiempo que nos abruman con el cambio climático, derrochan energía a manos llenas cubriendo las ciudades con millones de bombillas desde un mes antes de las fiestas; nos anuncian sistemas de calefacción que permiten estar en casa en pelotas en el mes de enero y refrigeraciones que obligan a ponerse una chaquetita en verano. No hay agua, pero el gobierno ¿socialista? de Aragón va a trasladar Las Vegas al desierto de los Monegros, una fastuosa macrohorterada que en el 2015 habrá traído veinticinco millones de turistas, más de la mitad de la población española.

En fin, que me ha salido un post raro, deslavazado y bastante triste.

lunes, 10 de diciembre de 2007

DÍAS ANDALUCES

Han sido días de vino y rosas, de escaqueo de la realidad y de mucha calma; de risas, de confidencias, de algún momento fronterizo entre la incertidumbre y el desasosiego, apoyada en Lola, sermoneada por Lola, consolada por Lola. ¡Lo que me ha aguantado Lola! La terraza de Lola ha sido el escenario de unos desayunos de lujo, largos y lentos, en pijama y con gafas oscuras para poder soportar el derroche de luz mediterránea que cada mañana nos cegaba los ojos y nos calentaba el alma. Días sin prisa, de mucha conversación y de afianzar una amistad relativamente joven -quince años no es nada en las edades que manejamos- pero cada día más profunda. Desde lo más alto de Carboneras he mirado a la ballena desperezarse por la mañana y acostarse temprano por la tarde, porque a las seis caía la noche de repente y parecía que se protegía del relente arrebujándose en un manto negro adornado con luces, para volver a surgir en todo su esplendor de amanecida, ribeteada de espuma, como una reina en medio de un mar plateado.

Esta ballena también me ha acompañado y también me ha tenido que aguantar algunas neuras con infinita paciencia. La mañana del lunes me senté sola en un banco del paseo marítimo, rumiando palabras como piedras, palabras como balas, palabras como caricias, palabras como cuerpos. Y quería tirar al mar todas las palabras que me hacían daño. Entonces hice un pacto de silencio con la ballena y le juré no decir nunca más lo que siento, quedarme callada eternamente para que mis palabras no se volvieran contra mí como un boomerang, golpeándome en ese lugar oscuro donde nace la rabia y el orgullo más destructivo. Ella me escuchaba con la indiferencia del que todo lo sabe porque lleva la vida entera escuchando tonterías. Y le hice una foto más, esta vez adornada con palmera.

Afortunadamente, mis neuras las interrumpió un senegalés que se acercó a pedirme un pitillo. Y no sé si además del pitillo me estaba pidiendo también un poco de compañía, el caso es que se quedó allí contándome que había llegado en patera a Fuerteventura hacía año y medio y que ahora se iba a Jaén a recoger la aceituna. Me cayó muy bien, básicamente porque me quitó doce años de una tacada, pues a los dos minutos me estaba preguntando la edad. Yo le dije que muchos, así sin concretar, y él, ya digo, me rebajó doce de un plumazo, con lo que no tuve más remedio que regalarle el paquete de tabaco entero y decirle que se sentara en el banco. También me preguntó mi nombre y se quedó repitiéndolo mil veces, como una salmodia. Luego me dijo que la edad no importa; según para qué, pensé yo, pero no se lo dije; para conseguir papeles cualquier edad es buena. Llegaron otros dos compatriotas, uno de los cuales estaba como para perder los papeles, empapelarle en celofán y llevárselo a casa, perdonad la frivolidad. Yo cogí mis bolsas y me fuí, y cuando se lo conté a Lola me regañó mucho porque dice que no se puede ir por la vida ligando con senegaleses. Ojalá le haya ido bien con la aceituna. Ojalá consiga papeles y ojalá se cumplan sus sueños.

En
mi anterior viaje a Carboneras os hablé de una casa muy curiosa que hay en el paseo marítimo, llena de leyendas en las paredes que proclaman una filosofía anticonsumista y en contra de esta absurda vida que llevamos y que me quedé con las ganas de conocer al personaje que la habitaba. Pues esta vez le hemos conocido, hemos visitado la casa por dentro, nos ha enseñado sus fotos y nos ha dado un master de austeridad por el morro. Es un anciano italiano, con unos ojos azules llenos de recuerdos, que se afincó allí en el sesenta, cuando no existía ninguna otra casa sobre lo que entonces era pura playa virgen; la casa más antigua de Carboneras, nos enseñó fotos que lo atestiguan. Actualmente es una mezcla de castillo de Drácula y casa ocupa -lo de castillo de Drácula lo digo porque hice una foto al espejo, poniéndome delante, y no salgo en él, no sé si me volví vampira por un momento- dónde guarda los objetos más insospechados, desde una olla exprés del siglo XVI, a unos garrafones vestidos con prendas íntimas femeninas. Es un artista multidisciplinar como Leonardo, que lo mismo pone bragas a una botella, que talla una escultura en un leño, que escribe un poema, que pinta un mural erótico. Nos enseñó fotos de un cementerio a cielo abierto que había encontrado en no sé qué desierto de la zona, donde los niños jugaban al fútbol con los cráneos cadavéricos. Nosotras, que somos unas cursis de mierda, estábamos estremecidas, pero a él le parecía muy "simpático", es el calificativo que utilizó para definirlo.

Después de esta experiencia tan intensa no nos quedaba más opción que emborracharnos, así que nos fuimos a Juan Mariano a ponernos hasta ahí mismo de vinito blanco de Rueda con atún a la plancha, tortilla de cebolletas y calamares, vacilando con Saíd, el camarero marroquí que tiene más peligro que un saco de bombas. Siesta en el sofá y hacer el jersey de Marcos por la tarde, en un ambiente de velas y sahumerios, que Lola es muy oriental. Al anochecer una vuelta, unas cañitas y a casa. Lola se ha hecho amiga de todo el pueblo, desde la ecuatoriana del locutorio hasta el camarero Saíd, pasando por el chino del bazar y el pescador del puerto. Esta mujer sabe defenderse de la soledad y dentro de un año será la reina de Carboneras. Así hasta el jueves y el viernes por la mañana me fuí.

Volví por la carretera de Andalucía y cada cartel era a la vez una promesa y un recuerdo. Me han dicho que en Granada las callejas del Albaicín suben hasta el séptimo cielo y todavía un poco más arriba. Me han dicho que el sol fuma porros refugiado en un rincón donde hay un bareto hippy. Me han dicho que la Alhambra entre brumas invade el corazón de una humedad cálida. Todo eso me han dicho de Granada. Y una gitana me anunció una vez que, aunque yo había sufrido mucho -era lista, la tía- iba a encontrar un hombre de durse que me haría feliz para siempre. Me costó cinco euros que me dijera esas cosas y yo creo que no me va a engañar, pero no me dijo cuándo; como tarde mucho se me pasa el arroz.