sábado, 16 de diciembre de 2017

EL FUTURO

No sé qué voy a hacer ahora con mi vida,
te preguntas mirando al horizonte.
Yo no te digo nada, porque pienso
que ya hemos hecho todo; lo que queda
son recuerdos, algunos hasta hermosos,
y fugaces instantes como este
en que tú y yo volvemos a estar juntos
por el gusto de estar, sin objetivos,
sin siquiera jurar amor eterno,
solo vivir, volver a nuestra casa,
a la que, por un rato, nos acoge
en esa calidez de nuestros cuerpos.

Ya no es hora, mi amor, ni de hacer planes
ni de perder el tiempo con reproches.
El futuro está aquí. Y estamos solos.

viernes, 8 de diciembre de 2017

PASEO

Tú no lo sabes, pero esta misma mañana
has venido conmigo 
a pasear al perro por el monte.

Y te he dicho me gusta
cómo crujen las hojas al pisarlas.

Y te he dicho que escuches
el silencio que guardan las encinas.

Y te he dicho hace frío
y tu me has enlazado la cintura.

Y te he dicho te quiero
porque a veces lo digo sin pensarlo.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

EL DÍA


Sé que por la mañana me dolerá hasta el alma
igual que si llevara el mundo entero a cuestas,
que tendré los pies fríos,
que odiaré los espejos,
que tendré por delante un desierto infinito.

Pero al atardecer se hará el milagro
cuando el cielo se ponga su vestido de luces
pueden cambiar las tornas, pues si ese cielo existe
cómo no va a existir la vida eterna,
quiero decir, la vida por estrenar de nuevo.
Cosas más raras pasan.

Volveré a renacer de mis cenizas,
perderé la cabeza y la vergüenza,
aparcaré en la orilla la edad y los fracasos,
me arrancaré los miedos, me pintaré los labios
con el mismo color que pinta el cielo.
Con la esperanza intacta me marcharé a la calle.

Luego, cuando regrese, quizá fume un cigarro ,
quizá tome esa copa que no tomé contigo,
me meteré en la cama repitiendo tu nombre
y me hundiré en la noche igual que cada día.

sábado, 2 de diciembre de 2017

MUJERES

Porque lo que hay en mí que vale algo,
eso... ¡ni lo pudiste sospechar!
(Gustavo Adolfo Bécquer)

Hay dos grados ahí fuera, me refugio
en una soledad
de manta y de silencio,
sin relojes ni horas.

Regresan a mi casa los recuerdos
en un tropel anárquico
que mezcla los dolores y los gozos,
las risas y los llantos, las pasiones,
las ganas de morir de algunos días
y de otros, sin embargo,
la vida desbocada, esos momentos
en los que cualquier cosa era posible.

Y, como aquel poeta,
confieso que he vivido. Me pregunto
cuántas son las mujeres que me habitan,
y si hay alguien que pueda
querer a todas ellas a la vez
y no estar loco. Siento
que siempre me han querido a pedacitos.

Esa mujer carnal, enamorada,
toda piel y deseo, que se enciende
con el más leve roce de tus uñas,
se sumerge en tus brazos sin reservas,
que se ahoga en el río de tu boca,
que se pierde en la selva de tu pecho,
que se anuda a tus piernas cada noche,

esa mujer, decía, no repudia
a la madre, a la abuela, a la que aspira
a un mundo más humano,
a la que no soporta
el dolor de la gente a la que ama,
lo vive como suyo
y, como suyo, sufre.

Y también soy mujer de soledades,
de reflexión, de libros, de silencio,
de encontrarme a mí misma en las palabras
que otros escribieron
y de escribir las mías para todos.
Esa felicidad de estar conmigo
con unos cigarrillos y una copa.

Este desdoblamiento en mil mujeres
no te roba ni un ápice
de la parte de mí que te regalo,
sino que la enriquece, ¡si supieras
cómo me gustaría
que vinieras conmigo a este viaje,
a este sinsentido que es vivir!

En esta tarde helada de balance 
comprendo que tal vez pedí más de la cuenta.
Y que el precio es altísimo,
porque lo más seguro
es que me muera sola.