viernes, 26 de febrero de 2010

REGRESO

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.
Jorge Luis Borges


Llueve, llueve sin tregua,
por una vez parece que va en serio;
lloverá sin parar
hasta que no penetre en la conciencia
ningún rayo de sol,
hasta que los deseos se disuelvan
en el suelo encharcado de mi parque
donde se miran los columpios.


Hasta que ya no quede
ni un lunar en tu cuerpo sin mojarse
y regreses a casa chorreando.

lunes, 22 de febrero de 2010

QUERER

Si partimos de la base de que el amor no es un acto voluntario y el desamor tampoco ¿por qué reaccionamos tan mal cuando se acaba? ¿Y por qué nos sentimos con derecho a que nos amen en la misma medida que amamos nosotros? Estar enamorado es un privilegio del que se disfruta muy pocas veces en la vida, incluso hay quien pasa por ella sin conocer ese estado de alucinación que de pronto pone de cabeza todos nuestros esquemas y manda los principios a tomar viento. Y si se tiene la suerte de compartirlo con el objeto de nuestro deseo, ya es para nota.

Por eso no entiendo que cuando llega el fin se eche en cara al otro lo que le hemos dado, más si desde el principio nos ha dejado claro que él -o ella- no está en condiciones de entregarse en la misma medida, porque no quiere o porque no sabe o porque no puede o porque no dispone de igual potencial. Le dimos lo que quisimos darle; es más, lo que necesitábamos dar porque nos iba a reventar algo por dentro, nos rebosaba por todos los poros del cuerpo y del alma y volcar toda esa energía amorosa en la persona amada nos hizo felices. El otro -o la otra- se limitó a recoger lo que le estábamos echando encima y, claro, a usarlo y disfrutarlo porque a nadie le amarga un dulce y, a su modo, también nos amaba. Pero fue libre de tomarlo o dejarlo y no pudo decidir amarnos porque eso no se decide, simplemente se siente o no se siente, de la misma manera que nosotros tampoco elegimos amarle.

Tengo para mí que en el dolor que deja una ruptura al miembro de la pareja más enamorado y por lo tanto más débil, hay también un componente de amor propio, de fracaso en el reto personal de enamorar al otro -¿que no me quieres? ya verás tú si me quieres o no; te vas a enterar de lo que vale un peine- de pérdida de nuestra autoestima como seductores. Y esa es precisamente la parte más sórdida de la historia, la que pone un fondo musical de tango o de ranchera, de agravios y traiciones; la que da lugar al rencor y a cuestionarnos si merecía la pena entregarse así. Si esta parte no existiera la cosa sería mucho más soportable, tendría la dulzura de la nostalgia, incluso sería placentero recordarlo y nos consideraríamos afortunados por haberlo vivido. Aunque no fuera eterno.

viernes, 19 de febrero de 2010

FELIZ CUMPLEAÑOS

Cosas que pasan...

miércoles, 17 de febrero de 2010

LA ONDA

No sé a qué se debe esa especie de corriente que surge a veces entre dos personas a primera vista, sin que previamente haya habido ningún conocimiento, de la misma manera que se sabe, sin apenas datos, que con otras será prácticamente imposible una mínima conexión. No tiene que ver con la afinidad ideológica ni tampoco con la atracción sexual -se da iguamente entre rojos y azules, del mismo sexo o de distinto, homosexuales o heterosexuales- es algo mucho más sutil, relacionado quizá con la inteligencia emocional y la capacidad de empatía, que nos hace cómplices de alguien sin proponérnoslo. Es ese impulso que en una fracción de segundo, casi imperceptiblemente, dirige nuestra mirada a unos ojos y no a otros, tratando de sentirnos menos solos durante un instante, y esos ojos están ahí. Hablo de lo que llamamos "estar en la onda".

Cuando alguien está en nuestra onda la comunicación es muy fácil y muy gratificante, las palabras brotan con fluidez y se interpretan en su sentido exacto, al igual que la elocuencia de los silencios; el sentido del humor es parecido, la ironía se entiende en su medida justa y todo ello crea un espacio afectivo, acogedor y cálido. Es un vínculo espontáneo, no impuesto, en el que no influye ningún factor externo ni postizo y, por ello, eterno.

Decía antes que esta corriente no tiene que ver con la atracción sexual, pero a veces coincide o incluso la puede provocar, pues pocas cosas hay más eróticas que la palabra bien administrada, sexo oral lo llamo yo; digo que puede, no que ocurra siempre. Pero cuando se produce este milagro da lugar a la forma más perfecta de enamoramiento.

Independientemente de que ambos dos estén o no físicamente juntos, esta forma de amor es para siempre.

EL CINE ARGENTINO SEGÚN BUENAFUENTE

¿No os pasa lo mismo algunas veces?

lunes, 15 de febrero de 2010

CAJÓN DE SASTRE

Es peligroso abrir algún cajón
en tarde de domingo,
para restablecer el orden de las cosas.

A veces aparecen fotos como enemigos
de antes de que me entrara
la edad por todas partes.

Llaves que ya no abren las puertas del olvido
y relojes parados
en la hora feliz de las promesas.

Libros de misa, estampas
de vírgenes con lágrimas de vidrio
que aún reflejan
un resquicio de fe donde agarrarse.

Canicas de arco iris con las que nadie juega,
tarjetas de visita cuyos nombres
apenas corresponden a algún rostro.

Talonarios de cuentas desahuciadas,
poemas inconclusos
y un pin de No a la Guerra irreductible.

Piedras, conchas, recuerdos
que no recuerdo ya qué me recuerdan.

Cartas amarillentas que me amaron
y creo que yo amé;
pero los que no han muerto
huyeron en legítima defensa.

Y es que en este cajón, hace ya tiempo
que ni siquiera encienden los mecheros.

sábado, 13 de febrero de 2010

LA NOCHE MÁS FRÍA

No hubo hielo en la noche
más fría del invierno.

Humo, copas y risas,
para hablar de la vida y de la muerte
sin orden ni concierto
y aprender
que ni siquiera la tristeza es triste.

Poner rostro y mirada a la palabra
sin corrección de estilo;
escucharla en voz alta,
por una vez,
sin ajustarse a métrica.

Envolver en alcohol
de cualquier bar sin nombre
un pacto de amistad premonitoria
de tres mil noches más o menos frías.

Entender que, afortunadamente,
nadie es perfecto
pero es sencillo amar la diferencia.

viernes, 12 de febrero de 2010

ESTATUAS DE HIELO

Cuando se lo encontró no ocurrió nada,
si acaso
una vaga emoción de espejo roto
y un difuso deseo de matarle.

Deslizaron apenas
algún fácil cumplido
y un beso en la frontera del recuerdo.

Con tanta nieve
hubo que hablar del clima,
con cuidado, eso sí,
de no romper el hielo.

Y también de la crisis,
política, trabajo,
como si todo eso
fuera la gran historia de sus vidas.

miércoles, 10 de febrero de 2010

EL JUEGO DE HACER VERSOS

El juego de hacer versos>
-que no es un juego- es algo
parecido en principio
al placer solitario.
(Jaime Gil de Biedma)


No pretendo ser la repelenta niña Vicenta ni una maestra Ciruela de la cosa, pero sin ánimo de sentar cátedra, sí quiero explicar lo que para mí es la poesía y mi reverencia por tan sublime arte. Voy a intentarlo apoyándome en algunas estrofas de este poema de Gil de Biedma que, como saben los que me conocen, es uno de mis poetas preferidos.

Lo de "poesía eres tú" suena muy bien pero no es cierto. Poesía es lo que el poeta es capaz de expresar sobre tí -o sobre cualquier otro objeto- de tal manera que provoque en el lector algún tipo de emoción. Nótese que no me refiero a lo que el poeta sea capaz de sentir sino de expresar. Quiero decir que la poesía es el lenguaje que explica una emoción, no la emoción en sí misma. Quiero decir que la poesía no es el sentimiento, sino la herramienta para expresarlo. Despojado el concepto de cualquier tipo de sensiblería tirando a cursi como la inspiración, las musas y demás zarandajas, queda el simple hecho de que la poesía es un modo de trabajar con las palabras. Un modo, eso sí, capaz de despertar una emoción. Es cierto que los estados de ánimo exaltados, como el enamoramiento, el desamor, la tristeza cualquiera sea su causa o incluso la euforia, provocan una predisposición a "hacer" poesía, digamos que "dan ideas" al poeta. Pero eso no es suficiente. Una vez plasmada la idea sobre el papel o sobre la pantalla del ordenador -para que no se pierda cuando pase el instante que la ha producido- es necesario distanciarse de ella y trabajarla con el mimo de un orfebre de la palabra para dotarla de la profundidad y al mismo tiempo de la claridad y de la magia que consiga sacudir al lector. Cuando se empieza a escribir poesía -que casi siempre coincide con un momento de especial emotividad- el aprendiz de poeta suele dar por hecho que sus sentimientos son universales y, por lo tanto, suficientes para que el posible lector se identifique de inmediato con sus versos; sin embargo eso no es tan fácil. Para provocar en el lector esa sacudida emocional es necesario que se vea reflejado en el poema o al menos en un verso -a veces un solo verso es el que hace el milagro. El lector quiere reconocerse en un poema, no hurgar en la vida privada del autor, y para conseguir ese propósito hay que escribir de forma que el texto tenga un carácter objetivo en lugar de subjetivo, que sea extrapolable a las emociones del lector. En fin -y perdón por la manera de señalar- que no sea una masturbación sino un acto de amor entre el autor y el lector.

Luego está la tan traída y llevada técnica, que hay quien niega que sea necesaria e incluso quien abomina de ella por considerarla artificiosa y falta de espontaneidad. Gil de Biedma dice en el mismo poema:

Aprender a pensar
en renglones contados
-y no en los sentimientos
con que nos exaltábamos-

tratar con el idioma
como si fuera mágico
es un buen ejercicio
que llega a emborracharnos
.

Supongo que en esto hay gustos y opiniones diversas; la mía, modestamente, es que la métrica y el ritmo -aparte del contenido, por supuesto- dotan al verso de la magia imprescindible. Aparte de que la métrica con frecuencia obliga a economizar palabras y eso casi siempre va en beneficio del poema, porque una cosa es ser claro y otra no dejar nada a la intuición del lector, con frases explicativas que tienen muy poco de poéticas.

Luego está el instrumento
en su punto afinado
la mejor poesía
es el Verbo hecho tango.


Lo que importa explicar
es la vida, los rasgos
de su filantropia,
las noches de sus sábados.


Y yo añado que las noches de los sábados hay que explicarlas en un lenguaje cotidiano e incluso doméstico. Que las palabras rebuscadas, altisonantes y pretenciosas visten el poema de cursilería y por querer ser original se cae en el más común de los lugares.

Y a pesar de que el juego de hacer versos acabe pareciéndose al vicio solitario, hay que intentar jugarlo con el lector y ganarle la partida. Hay que intentar enamorarle y eso nunca ha sido fácil.


¡A SUBIR ESCALERAS!

Me lo manda Ybrim:

lunes, 8 de febrero de 2010

CULPA

Es tremenda la sensación de no dar la talla en esto o en aquello. De que siempre se puede hacer más y, sin embargo, no lo hacemos. A mí me ocurre constantemente y es un agobio: que si no voy a ver a mi madre tanto como ella necesitaría, que si echo a mis hijos menos manos de las precisas, que si dejo demasiado tirado a mi chico por otras cuestiones, que si no tengo voluntad para centrarme en ese libro que tengo pendiente, que si no soy lo solidaria que debería con Haití o con cualquiera de las muchas causas que me ofrece el ancho mundo, que si me rendí demasiado pronto en la ardua tarea de sacar adelante mi matrimonio... (para el que no lo sepa, me rendí después de veinte años muy difíciles); que si he desperdiciado ciertas facultades con las que quizá me dotó la naturaleza -eso de los talentos- que me rajo de seguir con el inglés cuando llego a un nivel que me supone un mayor esfuerzo, que si no ahorro, que si no estoy cuando mis amigos me necesitan... que si no me acuerdo de preguntar por los resultados médicos de unos y de otros... Hubo un tiempo en el que hasta me sentí culpable por no haberme hundido en las profundidades de una depresión y ser capaz de reír y disfrutar un poco de la vida a pesar de lo de Jaime:
...y no quiero engañarte pero hay veces
que he llegado a reír por pequeñeces
decía en un poema que le dediqué hace muchos años. Creo que, a pesar de mi agnosticismo, se me grabó en la conciencia más de lo que yo quisiera esa cosa del valle de lágrimas. Rizando el rizo, en ocasiones me siento culpable de no sentirme culpable, y ya metida en un tirabuzón infinito me siento culpable de sentirme culpable.

Lo del valle en cuestión es muy terrible y me niego a aceptar ese destino. No sé si tengo derecho a ser medianamente feliz pero sí creo que tengo el deber de intentarlo -aunque por el camino deje algunos daños colaterales- y el sentimiento de culpa es un lastre demasiado pesado en ese empeño. A lo mejor el secreto está en ser consciente de mis limitaciones y asumir que puedo con menos de lo que creo; así, haciendo lo mismo, tendría la percepción de estar rindiendo al máximo de mis posibilidades, de que uno llega hasta donde llega, en lugar de creerme ilimitada en energía y en tiempo y, por lo tanto, quedarme siempre corta.

La culpa es una carga difícil de manejar; a veces he oído decir que sólo hay que hacer aquello que nos pida el cuerpo, que actuar de determinada manera forzado por el sentimiento de culpa o por quedar bien no sirve para nada; no sé si estoy de acuerdo. Creo que si me dejara llevar por mi cuerpo, cumpliría aún menos de lo que cumplo, porque mi cuerpo tiende a la pereza con demasiada frecuencia y me sería fácil encontrar escusas para tirarme en el sofá a mirar al techo. Pero entre eso y dejarse comer el terreno hasta la asfixia y encima sentirse mal, hay un discreto término medio.

Es una pena que nos hayan metido publicidad en goear, pero yo me niego a ponerla en mi blog.

viernes, 5 de febrero de 2010

UNIDOS POR LA MÚSICA

Almu me manda este video de música en la calle. Disfrutadlo, merece la pena.

lunes, 1 de febrero de 2010

NI CONTIGO NI SIN TI

¿Y qué más podría contarle? Nada. Cuando comemos juntos, comentamos la comidas; si el telediario, glosamos las noticias; si paseamos por el campo, describimos el paisaje. Siempre frases muy breves y muy cargadas de razón. De modo que siempre estamos de acuerdo en todo. Y así seguimos yendo por el mismo camino, sin saber adónde ni por qué. (Luis Landero. "Retrato de un hombre inmaduro".)

El 20 de noviembre de 2008 escribí un post de nombre EL AMOR, ESE OBJETO TAN FRAGIL, en el que hablaba de cómo mantener el difícil equilibrio entre la pasión y la rutina en el ámbito de una convivencia continuada, no en el de una relación fija pero discontinua en la que todo es excepcional y sólo se comparten momentos que esa excepcionalidad transforma en magníficos, produciendo en los componentes de la pareja una prodigiosa sensación de plenitud y al mismo tiempo de ligereza, más aún si existe un punto de clandestinidad.

Cada vez me encuentro más gente, de cualquier edad, tanto hombres como mujeres -la española por fin ha aprendido que también es posible besar de mentira e incluso que le puede interesar besar por frivolidad- que eligen libremente este modelo de pareja; que no quieren asumir las servidumbres que inevitablemente conlleva una convivencia civilizada, por muy "liberados" que sean: tener en cuenta al otro a la hora de volver a casa, dar una mínima explicación por una tardanza, pensar en sus preferencias de ocio a veces distintas de las nuestras, en fin, pequeñas o grandes renuncias que no existen o existen en mucha menor medida cuando no se vive bajo el mismo techo. Y es incuestionable que ese sistema tiene muchas ventajas porque los amantes sólo están juntos cuando quieren, con lo que se ahorran malos humores, caras largas, silencios tensos, reproches que el que los recibe siempre considera injustos y, en cambio, disfrutan al máximo la parte buena del asunto: el sexo es una fiesta, precisamente por no ser cotidiano; todo es buscar el gusto al otro, hacerle el guiso más exquisito, llevarle al mejor espectáculo, prepararle el ambiente más grato, con la música más seductora, el vino más elegante y, a ser posible, una chimenea con brasas crepitando. Y todo ello con la mejor cara de cada uno, recién duchados y con sus problemas guardados en un cajón que únicamente abrirán cuando regresen a esa soledad elegida que, precisamente por eso, también es un gozo. Perfecto ¿quién da más?

Sin embargo a mí me queda la duda de si el grado de implicación en la vida del otro es igual de profundo, aunque tampoco estoy segura de que sea conveniente tanta implicación -sobre todo cuando se trata de segundas parejas en las que ambos arrastran un equipaje anterior difícilmente compartible- o si es preferible mantenerse al margen, pasar bordeando según qué charcos y encerrarse los dos en un bunker, una especie de isla para ellos solos a la que no pueda acceder ningún barco que traiga carga de pasado. Suponiendo, claro, que ese espacio fuera posible; porque lo cierto es que en lo más profundo de la verdad de nuestra existencia estamos solos y es muy difícil que el otro -o la otra- pueda meterse en nuestro pellejo y comprender nuestros motivos con absoluta objetividad, despojándose del protagonismo del que todos en algún momento nos creemos merecedores. Ya digo, no sé qué es lo mejor; supongo que cada cual tendrá su fórmula; son sólo preguntas.

Pero también es muy satisfactorio superar los escollos de la convivencia, agitar el soplillo hasta arrancar una chispa en lo que parecían sólo pavesas apagadas y deleitarse en esas llamas que crecen de nuevo, contra todo pronóstico.

La Maga cortazariana que últimamente me honra con su presencia en este blog, me ha dado este premio. A mí estas cosas me dan mucha vergüenza, pero no puedo hacer otra cosa más que mostrar mi gratitud, no por el premio -que también- sino porque se pase por aquí y porque me haya abierto la puerta de su casa literaria. ¿Que por qué escribo? porque no lo puedo evitar. ¿A quién se lo doy? seguro que hay miles de blogs merecedores de este premio, pero yo no puedo leer todos; ella ya lo tiene y la Forma también. Para dar un premio a un blog creo que hace falta un mínimo de constancia. De manera que yo se lo doy a Manuel, a Rosa y a Jesús.