jueves, 28 de julio de 2016

OJALÁ (Otra versión)



Ojalá que el recuerdo venga limpio de culpa cuando asome
para que no se pueda convertir en dolor
ojalá que los años no guarden la memoria de los tiempos amargos
ojalá no me acuerde de lo que padecí
ojalá que no vuelva nunca a echarte de menos.

Ojalá mis poemas no te nombren siquiera
ojalá que la noche no me traiga tu sombra
ojalá que tu nombre sea el nombre de nadie
ojalá que la vida me regale otra vida
en la que no estés tú, ni tu voz ni tu cuerpo
ojalá que el rencor no haga nido en mi alma
para poder mirar frente a frente a otros ojos
ojalá que mi espalda nunca extrañe tus manos.

Ojalá que amanezca un día sin que encuentre a tu fantasma
compartiendo el aroma del café en la cocina
ojalá la tristeza se borre de estos muros que nos vieron amarnos
ojalá que me fume un cigarro después
sin que el humo te busque en el vacío.

Ojalá mis poemas no te nombren siquiera
ojalá que la noche no me traiga tu sombra
ojalá que tu nombre sea el nombre de nadie
ojalá que la vida me regale otra vida
en la que no estés tú, ni tu voz ni tu cuerpo
ojalá que el rencor no haga nido en mi alma
para poder mirar frente a frente a otros ojos
ojalá que mi espalda nunca extrañe tus manos.

domingo, 24 de julio de 2016

EL CANTO DEL CISNE

Como dicen que canta el cisne ante su muerte,
nosotros entonamos el canto más sublime
cuando era inevitable la agonía.

¡Qué fuegos de artificio iluminaron
las noches más oscuras!
¡Qué luces de neón nos aturdieron!
¡Cómo falsificamos la cruda realidad
sabiendo que morir en el intento
era lo previsible!

Quizá fue la certeza del fracaso
lo que nos hizo amarnos de aquel modo
y entonar nuestro canto de cisne agonizante.

sábado, 16 de julio de 2016

ESPERANZA

Esperanza,
araña negra del atardecer.
(Ángel González Sin esperanza, con convencimiento)

Porque de todo hace más de cincuenta años
y la palabra siempre es cada vez más breve,
porque no queda tiempo para nada
y encima nos matamos,
porque hay bombas y locos y asesinos,
porque hay seres que huyen
de otras muertes exactas a estas muertes,
me niego a que me engañe la esperanza,
a tirar los retazos de ilusión que me queden
en terreno baldío.

Me niego a que me embauque
el amor para usar a plazo fijo
ni el abrazo con fecha de consumo
igual que los yogures.
No quiero convertirme en calabaza
cuando suenen las doce en el reloj.

Porque queda tan poco
solo quiero salvarme y asumir dónde estoy,
mirarme en el espejo sin bajar la mirada
y guardarme mi llanto
para causa más digna, por ejemplo,
para el dolor inmenso de los que ya no pueden
ni siquiera llorar.

Y aprender a vivir sin esperanza.

sábado, 9 de julio de 2016

TORMENTA

La otra noche una lluvia furibunda
golpeaba con fuerza los cristales,
un río inesperado corría calle abajo
como si en la tormenta reventara la vida
y se acabara el mundo en un momento.

Desde la cama, sola, yo miraba llover,
la ventana de par en par abierta,
reviviendo otras lluvias y otros truenos,
los que vimos desnudos y enlazados;
entonces la esperanza aún era posible.

Entraban los relámpagos azules
a la última esquina de mi cuarto
y los truenos salvajes acallaban
la salsa y el merengue de ese bar
donde matan las penas algunos emigrantes.

En silencio, una hemorragia interna
me encharcaba el recuerdo; diluviaba
y una tormenta seca anegaba mis ojos.
Bajé y pedí un gin tonic.
Me quería empapar y lavar tu memoria.

Pero cesó la lluvia, enmudeció
la furia de las nubes. Y allí dejé la copa,
sin tocarla, cuando sonó la música de nuevo.
La tierra desprendía ese aroma a mojado
y era mi soledad improcedente.

viernes, 8 de julio de 2016

MORIR

Y una se pregunta si morir será esto,
este mirar sin ver cómo pasan las horas
y cómo se devora este mundo a sí mismo
sin apenas cambiar el gesto de los labios,
sin que la rabia empuje siquiera a un parpadeo.

Esta falta de fe en cuanto se creía,
esta fugacidad de las promesas,
la volatilidad de lo perpetuo,
el silencio interior entre el estruendo,
la soledad espesa que aprisiona.

El horror como norma inamovible,
la injusticia hecha cuerpo y asumida
como algo inevitable
por los que la provocan
e incluso por aquellos que la sufren.

Y esa voz que me grita y me censura
¿Pero de qué te quejas?
¡Si eres feliz! -repite como un mantra.
Eres feliz, feliz, inmensamente
feliz, tanto que no tienes derecho
a lucir ese rictus de tristeza.