viernes, 30 de enero de 2009

PARADOS

Hace cuatro días que empecé este post sin conseguir terminarlo hasta ahora; no he podido como otras veces robar unos minutos al contribuyente porque todavía ayer tenía el despacho lleno de contribuyentes, como El Corte Inglés el primer día de rebajas. El motivo de tanto trabajo ha sido, precisamente, el paro. Resulta que mi ministerio ha convocado un proceso selectivo para elegir a setenta personas con las que confeccionar una bolsa de empleo de ordenanzas. Entrar en esta bolsa sólo significa para cada uno de los aspirantes que su nombre figure en una lista, más arriba o más abajo que otros sesenta nueve, con la remota posibilidad de que alguna vez los llamen para realizar una sustitución temporal. Probablemente nunca se llegue a llamar a nadie que esté en la segunda mitad, porque la lista tiene un tiempo de caducidad y cuando se pasa, se convoca otra igual de incierta. Sólo es eso, una lejanísima esperanza de trabajar un máximo de seis meses como ordenanza de un ministerio. No creo que el sueldo llegue a los mil euros mensuales. Pues el aluvión de personas de cualquier sexo, edad o condición social, para optar a semejante entelequia ha sido descomunal, desbordando todas las previsiones.

Es un desfile incesante de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, solteros, casados, padres y madres de familia, más o menos ignorantes, más o menos sabios; muchos con titulación universitaria, todos rellenando la instancia con la misma minuciosidad e igual interés que si estuvieran optando a una plaza fija de notario o registrador de la propiedad para toda la vida.

Gentes que me miran desde la desesperación, me preguntan qué hay que poner en tal o cual casilla como si de ello dependiera su vida o su muerte. Algunos me cuentan su caso -he trabajado durante cinco años como autónomo, en la hostelería; el negocio se ha ido al carajo y ni siquiera cobro paro. El que así habla es un hombre de unos cincuenta años, bien vestido con abrigo azul marino y corbata, como si se hubiera arreglado para causar buena impresión. El corazón se me encoge con sus historias, verdaderas tragedias de la vida vulgar, como aquel libro de cuentos tristes de Wenceslao Fernández Florez. Una y otra vez les explico las cosas, trato de que desistan, que no se traguen la cola del registro, que no depositen sus esperanzas y la escasa energía que les va quedando en esta quimera tan cutre. Mire, esto no es una contratación, sólo es una bolsa; no, no sirve su experiencia como camarero ni la suya como informático, ni los cursos de analista de sistemas, sólo se van a valorar los contratos de trabajo en puestos similares. Todo es inútil, ninguno abandona; hacen fotocopias de sus papeles, guardan una cola de varias horas y luego se van con un sello oficial sobre su angustia.

Esto es la gran tragedia de la puta crisis. Yo no sé si las empresas que se están acogiendo a los ERE's y despidiendo masivamente a los trabajadores están perdiendo mucho o dejando de ganar tanto como antes, pero no es lo mismo una cosa que otra.

Aquí está desapareciendo la clase media; cada vez es más astronómica la distancia entre ricos y pobres, cada vez más dinero está concentrado en menos manos. Los comedores de caridad están atestados pero los restaurantes de lujo se siguen llenando; la crisis y la miseria, para los de siempre. Sólo que los de siempre son cada vez más.

La película Full Monty trató el tema del paro con un humor tierno y amargo que nos arrancó algunas carcajadas, al mismo tiempo que nos agarrotaba la garganta, pero la realidad maldita la gracia que tiene.

domingo, 25 de enero de 2009

ALGO QUE AÑADIR?

lunes, 19 de enero de 2009

LA TERCERA EDAD

Según dice la Wiky, Felipe González nació el 5 de marzo del 42, de manera que dentro de mes y medio cumplirá sesenta y siete tacos de almanaque, lo que no es óbice ni cortapisa para que esta semana nos haya sorprendido con un nuevo amor, y yo que me alegro. Felipe González y su novia -que, aunque más joven, tampoco es una niña- son sólo un ejemplo de que esta cosa del amor no se acaba nunca y de que las ganas de vivir y el espíritu joven no tienen necesariamente fecha de caducidad. Incluso en algunos casos puede ser el momento más propicio, cuando ya se han hecho los deberes en el aspecto profesional y/o económico, los hijos están crecidos y son independientes, la lucha cotidiana por la supervivencia y las tensiones han disminuido y la vida es más tranquila.

Todo esto es pura teoría, porque la década de los sesenta -en la que me falta muy poquito para entrar- encierra una acumulación de funciones difícilmente compaginables. Los padres y madres que nos quedan -a los que nos queda alguno o los dos- son muy mayores, muy frágiles, están llenos de miedos y de soledades, cada día son más dependientes física y psíquicamente y en ocasiones nos miran desde muy lejos, como si estuvieran presos en el pasado. Alguien dijo que los viejos no piensan, sólo recuerdan. Yo creo que a veces se sienten atrapados entre la nostalgia del pasado y el miedo a lo que está por venir.

Los hijos están en la treintena y su vida es muy complicada: ellos y ellas trabajan -y que dure, lagarto, lagarto- tienen hijos pequeños que se ponen malos cada dos por tres, que no les dejan dormir lo que necesitan, hipotecas que pagar, una competitividad laboral cada vez más estresante, unas condiciones que no son las mejores para la intimidad de las parejas, en fin, un enorme agotamiento personal que también repercute en nosotros, los abuelos, porque los hijos son para siempre y no se puede dimitir del cargo de padre o de madre. Además, muchos aún seguimos trabajando y tratando de buscar la estabilidad, en el aspecto puramente material y en otros más emocionales y no siempre estamos disponibles para echar las manos que necesitan unos y otros, lo que nos crea -a mí, al menos- un difuso pero persistente sentimiento de culpa.

Por otra parte, la salud y las fuerzas físicas ya no son las que eran; por bien que nos encontremos, muchas veces nos duele aquí y allá, estamos cansados, la maquinaria empieza a fallar. Eso, en el mejor de los casos, porque también vemos el goteo incesante de amigos que se van, víctimas de esos dos monstruos -el cáncer y el infarto- que se ceban sin compasión en estas edades; todos los días nos enteramos de alguien a quien queremos sobre el que planea la amenaza y debe empezar una durísima batalla. Si ese alguien es cercano, su dolor y su angustia también son nuestros. Cada amigo que se va, se lleva con él un trozo de nuestras vidas y nos deja un poco más solos, un poco más tristes y un poco más débiles.

Pero, a pesar de todo esto, en algún rincón de nuestra alma sobreviven la risa, la alegría y el impulso irracional de amar contra viento y marea. El impulso de exprimir la naranja ya casi esquilmada de la vida y de bebernos esas gotas tan dulces.

Y me coge un deseo de vivir y ver amanecer, acostándome tarde, que no está en proporción con la edad que ya tengo. Jaime Gil de Biedma murió con sesenta años, pero esto lo escribió antes de cumplir cuarenta, en la flor de la edad, diría yo. No sé qué pensaría de esa proporción a los sesenta, pero ocurre lo mismo porque la naturaleza es sabia y quizá sin un gramo de locura, no podríamos seguir. Y es que esto es demasiado. Nos acometen las ganas de llorar con la misma urgencia que las ganas de vivir, es una cosa muy rara.

domingo, 18 de enero de 2009

OTRA OPINIÓN

Los niños muertos
GUSTAVO MARTÍN GARZO 18/01/2009


No deberíamos olvidar nunca las imágenes de los niños palestinos heridos y muertos difundidas estos días por los medios de comunicación. Un padre mostraba el cuerpecito de su hijo como si fuera un cesto vacío; tres hermanos, tirados entre la ropa vieja, recordaban los corderos que se llevan las inundaciones; varios pequeños miraban en un hospital a los adultos como esos animales domésticos que no entienden al hombre. Son imágenes que nos acusan, pues somos responsables de ellas. Somos responsables por nuestra indiferencia, y por elegir en las urnas a gobiernos incapaces de reaccionar con dignidad ante horrores así.

Los gobernantes de Israel están traicionando la delicada y honda cultura judía.

En los noticieros de Israel no existen los niños y las mujeres muertos en Gaza.

Porque estos niños heridos y muertos recuerdan al rey Herodes y la matanza de los inocentes. No es una exageración. Los militares y políticos israelíes que han iniciado esta guerra no son mejores que el cruel rey que ordenó la muerte de los niños. Aún más, Herodes no rehuía la responsabilidad de sus actos. Es la diferencia entre los nuevos señores de la guerra y los villanos que poblaban nuestras fantasías infantiles.

Los antiguos villanos se sabían egoístas y malvados, lo que, paradójicamente, les volvía humanos; pero hoy día, ningún poderoso acepta actuar en nombre de sus propias pasiones. Los políticos de Israel se lamentan de que estén muriendo civiles en los bombardeos, pero son ellos los que lo ordenan. La culpa, nos dicen, es de Hamás y de los propios palestinos, que apoyan a grupos terroristas. Los niños mueren, pero nadie se hace responsable de ello, porque el mundo moderno ha apartado de sí la idea de la culpa, como responsabilidad personal.

Nuestros gobiernos lamentan, por ejemplo, los horrores de la guerra, pero a la vez venden las armas que se utilizan en los campos de minas en los países del Tercer Mundo, como denunció el fotógrafo Gervasio Sánchez en su valiente discurso en los Premios Ortega y Gasset. El mundo, la moral que hemos creado, absuelve a los poderosos de la responsabilidad y la culpa: les basta con alegar dudosas razones de Estado. Pero la muerte o la mutilación de un niño es uno de esos límites que no se pueden cruzar sin que todo lo que hemos construido, nuestro mundo y nuestros valores, se derrumbe como un castillo de naipes.

La razón de esta indiferencia es muy simple: no reaccionamos de la misma forma ante el sufrimiento de los otros como ante el propio. La convicción de que la víctima no es de los nuestros hace que el daño que se le pueda causar no sea visto igual que si fuera uno de nuestro grupo, raza o nación el afectado. Israel se comporta así con los palestinos. No se trata de una guerra de religiones, ni del enfrentamiento de culturas distintas (las culturas árabes, judías y cristianas tienen un tronco común), sino de un simple problema de racismo.

En el fondo, una parte importante del pueblo israelí no considera que los palestinos sean sus iguales. Sus gobiernos llevan años deshumanizándolos, y han hecho de Gaza un campo de concentración donde un millón y medio de seres humanos malviven como el ganado. Un sentimiento básico como la compasión desaparece cuando somos incapaces de ponernos en lugar del otro; por eso, los políticos israelíes pueden esgrimir fríamente la existencia de los atentados de Hamás para justificar sus crímenes. Pero Hamás es un grupo terrorista y no tiene sentido hacer responsable a la población civil de sus actos. Aún más,Hamás no existiría si los palestinos no vivieran humillados. Es una organización que instrumentaliza el sufrimiento de su pueblo, y que sin duda saldrá fortalecida de esta guerra. ¿Es tan torpe el Gobierno de Israel para no saber esto o es justo lo que busca para justificar en el futuro el uso arbitrario de la fuerza? Los palestinos de Gaza proceden de Israel, de donde fueron expulsados.

Israel y Egipto sellan sus fronteras impidiendo la libre circulación de los bienes y las personas. Los jóvenes no tienen futuro, viven en condiciones de extrema pobreza, y esta ausencia de perspectivas alimenta sus sentimientos de odio, pues la falta de libertad es más exasperante que la pobreza. En sus hospitales no hay medicinas, sus escuelas son pobres, no hay un Estado que les proteja. Debido a ello se vuelcan en grupos islamistas, que dan de comer a sus ancianos y enfermos, protegen a sus mujeres y llevan a la escuela a sus hijos.

Sorprende que algo así se mantenga desde hace años ante la indiferencia de todos. Refiriéndose a la situación de los palestinos en Gaza, un periodista escribió: "Aquí la vida y la muerte son lo mismo". Pero, paradójicamente, es el Gobierno de Israel el que se hace la víctima. Para ello apela al miedo, que deshumaniza al otro, pues nos hace verle como una amenaza. Los políticos y militares de Israel causan la muerte de centenares de personas, y dicen estar librando una lucha de supervivencia. Pero son ellos los que tienen el poder, el dinero, la fuerza, frente a los palestinos que no tienen nada. Piensan que haber sido los perseguidos en otro tiempo les da una autoridad moral infinita para hacer lo que quieran. Pero "ser una víctima, ha escrito Elisa Martín Ortega, no implica bondad ni rectitud. No es un valor, sino una condición, una desgracia". Los políticos de Israel hablan de terrorismo, pero qué decir de la guerra que ellos han iniciado, de los bombardeos de las escuelas y los mercados, de los niños que matan. ¿Cómo llamarán a eso?

Pero en Israel, esos niños no existen. Sus soldados no hacen daño a los enfermos, ni a las mujeres ni a los ancianos; sus bombas no destruyen las escuelas, los mercados o los hospitales. Hay un control absoluto de la información, y ni en la televisión ni en los periódicos se habla de lo que ocurre en Gaza de verdad. Aún más, ante cualquier crítica se invoca el antisemitismo como argumento defensivo principal, aunque sean sus gobernantes los que estén traicionando los principios de la delicada y honda cultura judía que dicen representar. Es una conducta que exaspera a los palestinos, a los que sólo queda la salida del fanatismo. El fanatismo se alimenta de la debilidad. El principio de que todo hombre debe reconocer al otro como un semejante, lejos de ser evidente, es una conquista de la voluntad. Que la inteligencia venga a socorrer al amor, escribió Antoine de Saint-Exupéry. Sólo los más fuertes, desde un punto de vista moral, son capaces de evitar responder con violencia a los violentos y de escuchar las palabras de la dulce y amigable razón.

Emmanuel Lévinas, en una de sus lecciones talmúdicas, habló de las ciudades refugio. Eran lugares en que podían cobijarse quienes habían matado a alguien sin quererlo. Su acción había sido involuntaria, por lo que no podían ser condenados, pero necesitaban protegerse de los amigos o familiares del muerto. Eso era una ciudad refugio, un lugar donde se recibía a los que, no siendo culpables, tampoco eran enteramente inocentes. Lévinas pensaba que Occidente podía verse como una de esas ciudades refugio. Puede que no seamos culpables de las cosas que ocurren a nuestro alrededor, pero tampoco somos inocentes de ellas. No deberíamos olvidar esto, a riesgo de caer en lo más terrible: la indiferencia ante el dolor de nuestros semejantes.

Este sí, este lo suscribo de principio a fin.

martes, 13 de enero de 2009

MANIFESTACIONES Y VERDADES

"¿Por qué no vemos manifestaciones en París, o en Londres, o en Barcelona en contra de las dictaduras islámicas? ¿Por qué no lo hacen contra la dictadura birmana? ¿Por qué no hay manifestaciones, en contra de la esclavitud de millones de mujeres, que viven sin ningún amparo legal? ¿Por qué no se manifiestan en contra del uso de niños bombas, en los conflictos donde el Islam está implicado? ¿Por qué no ha liderado nunca la lucha a favor de las víctimas de la terrible dictadura islámica de Sudan? ¿Por qué nunca se ha conmovido por las víctimas de los actos de terrorismo en Israel? ¿Por qué no considera la lucha contra el fanatismo islámico, una de sus causas principales? ¿Por qué no defiende el derecho de Israel a defenderse y a existir? ¿Por qué confunde la defensa de la causa palestina, con la justificación del terrorismo palestino? Y la pregunta del millón, ¿por qué la izquierda europea, y globalmente toda la izquierda, solo está obsesionada en luchar contra dos de las democracias más sólidas del planeta, Estados Unidos e Israel, y no contra las peores dictaduras? Las dos democracias más sólidas, y las que han sufrido los atentados más sangrantes del terrorismo mundial. Y la izquierda no está preocupada por ello. Y finalmente, el concepto de compromiso con la libertad. Oigo esa expresión en todos los foros propalestinos europeos. '¡Estamos a favor de la libertad de los pueblos!', dicen con ardor. No es cierto. Nunca les ha preocupado la libertad de los ciudadanos de Siria, de Irán, del Yemen, de Sudan, etc... Y nunca les ha preocupado la libertad destruida de los palestinos que viven bajo el extremismo islámico de Hamás. Solo les preocupa usar el concepto de libertad palestina, como misil contra la libertad israelí. Una terrible consecuencia se deriva de estas dos patologías ideológicas: la Manipulación periodística. Finalmente, no es menor el daño que hace la mayoría de la prensa internacional. Sobre el conflicto árabe-israelí NO SE INFORMA, SE HACE PROPAGANDA. La mayoría de la prensa, cuando informa sobre Israel, vulnera todos los principios del código deontológico del periodismo. Y así, cualquier acto de defensa de Israel se convierte en una masacre y cualquier enfrentamiento, en un genocidio. Se han dicho tantas barbaridades, que a Israel ya no se la puede acusar de nada peor. En paralelo, esa misma prensa nunca habla de la ingerencia de Irán o Siria a favor de la violencia contra Israel; de la inculcación del fanatismo en los niños; de la corrupción generalizada en Palestina. Y cuando habla de víctimas, eleva a la categoría de tragedia a cualquier víctima palestina, y camufla, esconde o desprecia a las víctimas judías. Acabo con un apunte sobre la izquierda española. Muchos son los ejemplos que ilustran el antiisraelismo y el antiamericanismo que definen el ADN de la izquierda global española. Por ejemplo, un partido de izquierdas acaba de expulsar a un militante, porqué ha creado una web de defensa de Israel. Cito frases de la expulsión: 'Nuestros amigos son los pueblos de Irán, Libia y Venezuela, oprimidos por el imperialismo. Y no un estado nazi como el de Israel'. Otro ejemplo, la alcaldesa socialista de Ciempozuelos cambió el día de la Shoá, por el día de la Nakba palestina, despreciando, así, a más de 6 millones de europeos judíos asesinados. O en mi ciudad, Barcelona, el ayuntamiento socialista ha decidido celebrar, durante el 60 aniversario del Estado de Israel, una semana de 'solidaridad con el pueblo palestino'. Para ilustrarlo, invitó a Leila Khaled, famosa terrorista de los años 70, actual líder del Frente de Liberación de Palestina, que es una organización considerada terrorista por la Unión Europea, y que defiende el uso de las bombas contra Israel. Y etcétera. Este pensamiento global, que forma parte de lo políticamente correcto, impregna también el discurso del presidente Zapatero. Su política exterior cae en todos los tópicos de la izquierda lunática y, respecto a Oriente Medio, su actitud es inequívocamente pro-árabe. Estoy en condiciones de asegurar que, en privado, Zapatero considera a Israel culpable del conflicto, y la política del ministro Moratinos va en esa dirección. El hecho de que el presidente se pusiera una Kefia palestina, en plena guerra del Líbano, no es una casualidad. Es un símbolo. España ha sufrido el atentado islamista más grave de Europa, y 'Al Andalús' está en el punto de mira de todo el terrorismo islámico. Como escribí hace tiempo, 'nos mataron con celulares vía satélite, conectados con la Edad Media'. Y, sin embargo, la izquierda española está entre las más antiisraelíes del planeta. ¡Y dice ser antiisraelí por solidaridad! Esta es la locura que quiero denunciar con esta conferencia.

CONCLUSIÓN. No soy judía, estoy vinculada ideológicamente a la izquierda y soy periodista. ¿Por qué no soy antiisraelí, como la mayoría de mis colegas? Porqué, como no judía, tengo la responsabilidad histórica de luchar contra el odio a los judíos, y, en la actualidad, contra el odio a su patria, Israel. La lucha contra el antisemitismo no es cosa de judíos, es obligación de los no judíos. Como periodista, estoy obligada a buscar la verdad, más allá de los prejuicios, las mentiras y las manipulaciones. Y sobre Israel no se dice la verdad. Y como persona de izquierdas, que ama el progreso, estoy obligada a defender la libertad, la cultura, la convivencia, la educación cívica de los niños, todos los principios que las Tablas de La Ley convirtieron en principios universales. Principios que el islamismo fundamentalista destruye sistemáticamente. Es decir, como no judía, periodista y de izquierdas tengo un triple compromiso moral con Israel. Porque, si Israel fuera derrotada, serían derrotadas la modernidad, la cultura y la libertad. ¡La lucha de Israel, aunque el mundo no lo quiera saber, es la lucha del mundo!"
Pilar Rahola

La verdad, me jode muchísimo dedicar tanto espacio de mi blog a un artículo de Pilar Rahola -y mira que es largo- pero me lo ha enviado mi amiga Merche y me veo en el deber de reflexionar un poco sobre lo que dice esta buena señora, aunque confieso que me da una pereza mortal. Ya en el anterior post dije que no soy una entendida en el conflicto árabe-israelí, que para mí es un galimatías inexcrutable cuyos motivos y contramotivos se remontan a los últimos años 40, antes incluso de que yo naciera -que es casi la prehistoria- y mucho antes de que naciera la señora Rahola. Lo que sí dije y mantengo es que "...la diferencia entre David y Goliat es tan desmesurada que todas las razones y todas las verdades se diluyen en los ríos de sangre que anegan la franja de Gaza." Conozco de sobra a mi amiga Merche y sé que las muertes de civiles palestinos -el cuarenta por ciento de ellas, niños- le duelen tanto como a mí; a lo mejor también le duelen a la señora Rahola, pero en su escrito no se le nota nada. Su escrito más parece una justificación de la masacre que otra cosa. Ella que, según dice, es periodista -aunque todos la recordamos por su actividad política en un partido tan moderado como Esquerra Republicana de Catalunya- debería dedicar más tiempo a difundir información sobre la dictadura birmana para que todos pudiéramos manifestarnos con conocimiento.

Todas esas nobles causas que enarbola la señora Rahola seguramente son muy justas, pero no tiene nada que ver el culo con las témporas y su escrito deja un regusto de alegato antiárabe tan visceral y tan injusto como el antisionismo que critica. Entre otras consideraciones, parece que mete en el mismo saco al islamismo y al terrorismo islámico y son cosas muy distintas.

Si algo debe distinguir a las democracias de las dictaduras es el respeto a los derechos humanos y, sobre todo, el derecho a la vida de los inocentes. Y la democracia israelí se está pasando todos los derechos humanos por el mismísimo arco del triunfo.

El domingo no fui a la manifa, aunque me lo pedía el cuerpo y el alma. Me quedé haciendo unas albóndigas en salsa cazadora y tomando unos vinos con mi chico. En la tele del bar salió Zerolo en la mani y unos paisanos del barrio comentaron que ya estaba ahí el maricón ese y que no protestaba por el paro. No hay champú que acabe con la caspa del alma.

Lo malo de las manifestaciones multitudinarias es que siempre se mezclan churras con merinas y cada facción las utiliza y las deforma en su propio beneficio; por si hubiera alguna duda al respecto, lo ha dejado bien patente con su beatífica presencia en la de Belfast, el célebre pacifista Iñaki De Juana Chaos, manda güevos, que el solito ha matado más gente que todo el ejército israelí, proporcionalmente, claro está. Conozco gente conservadora que en el 2003 salió a la calle de buena fe, porque realmente le repugnaba lo que estaba pasando en Irak, y se sintió manipulada por muchas de las cosas que allí se gritaban y algunas de las banderas que ondeaban. A mí misma, hace unos meses, se me puso mal cuerpo cuando, en una manifestación contra la violencia machista, ví más pancanrtas pidiendo el aborto libre que condenando los malos tratos.

Hay que ser muy frío, muy honesto y no tonto del todo, para entresacar de esos conglomerados que son las ideologías, las cosas con las que uno no comulga y no justificar todas las acciones de un gobierno o de un partido político, por el hecho de que tenga nuestras simpatías o nuestro voto. Cuando aquello que se llamó "la guerra sucia contra ETA", es decir, los crímenes del GAL, hubo muchos socialistas que lo justificaron. La vara de medir cambia según a quién haya de aplicarse.

A mí me da mucha pena que las simpatías o antipatías por unos o por otros, pongan vendas en los ojos de las personas decentes y lancen cortinas de humo que difuminen lo que no queremos ver. Lo que quiero decir es que los horrores son horrores los cometa quien los cometa, aunque sean los nuestros. Lo que quiero decir es que igual es posible ser de derechas y condenar las matanzas de inocentes, vengan de donde vengan.

De acuerdo, señora Rahola, las dictaduras islámicas son sanguinarias, corruptas e injustas. Las mujeres no tienen derechos y son tratadas como esclavas sin amparo legal. De acuerdo, señora Rahola, lo de los niños y niñas bomba es un horror que estremece a cualquier persona normal, sea cual sea su ideología. El terrorismo islámico no hay por donde cogerlo, como el vasco o como cualquier otro terrorismo. De acuerdo, se está haciendo mucha propaganda contra Israel; en cuanto al fanatismo que se inocula a los niños palestinos, me imagino que es directamente proporcional al que se inocula a los niños israelíes. Pero a un estado democrático y civilizado se le debe notar en algo que lo es. Y, señora Rahola, independientemente de todas esas verdades, el democrático estado de Israel está masacrando a la población de Gaza.

Y, en estas condiciones, la lucha de Israel no es mi lucha, señora Rahola.

viernes, 9 de enero de 2009

LOS REYES

El día cinco, los árboles desnudos del camino del cementerio estaban cubiertos de escarcha y parecían de cristal. Los cardos secos, las espigas, todas las pequeñas criaturas vegetales que pueblan las cunetas, se habían vestido de lamé de plata, se conoce que para la noche de Reyes, y era como adentrarse en un paisaje de cuento. A Jaime le dejamos claveles blancos y rosas que enseguida se quedarían tan helados como mis manos al colocarlos.

Los Reyes Magos me han traído unas botas; pero los Reyes Magos este año están a por uvas y me han traído dos botas distintas; no dos pares, no; dos botas distintas, cada una de un par de diferente modelo. Será por la crisis o porque han salido de Oriente despepitados, casi sin mirar lo que metían en sus sacos; demasiado han hecho los pobres, tal como está el patio por esos pagos. Confieso que me pierdo en el rompecabezas del eterno conflicto entre israelíes y palestinos porque las causas primeras ya se hunden en los abismos de la historia. Desde la creación del Estado de Israel, al término de la Segunda Guerra Mundial, los judíos no han parado de zumbarse con todos sus vecinos árabes y pasaron, en un pispás, de víctimas del holocausto a verdugos de los palestinos. Cuando la Guerra de los Seis Días, yo tenía dieciocho años recién cumplidos, acababa de formalizar un noviazgo que ya duraba dos -en las mismas condiciones que si fuera formal, vamos, en absoluta exclusividad- y, la verdad, tenía la cabeza en cosas más importantes, como qué hacer para llenar los cuatro años que me faltaban para casarme. Así que no me ocupé ni me preocupé mucho de que, al acabar esos seis días, Israel se hubiera anexionado la península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y no sé qué más. He crecido, he madurado y estoy envejeciendo con la música de fondo de las innumerables guerras, guerrillas y escaramuzas de la zona sin entenderlas demasiado. En ésta como en todas las guerras, supongo que la razón no la tiene nadie, más que nada porque la violencia siempre acaba con la razón -¿quién dijo aquello de la fuerza de la razón y la razón de la fuerza?- pero sea cual sea la proporción de razón y de verdad que tenga cada uno, para los que estamos fuera es imposible mantener la equidistancia emocional, porque la diferencia entre David y Goliat es tan desmesurada que todas las razones y todas las verdades se diluyen en los ríos de sangre que anegan la franja de Gaza. Y una, desde fuera, sueña con que David atine con la honda y coloque la piedra en medio de la frente de Goliat, le hiera de muerte y le decapite. Aunque en la Biblia David era judío y Goliat filisteo, supongo que se entiende el símbolo.

Estremece abrir el periódico y ver los telediarios, y asombra el nivel de sofisticación que ha alcanzado la maquinaria del exterminio. Hoy son más bestias que ayer pero menos que mañana. Hoy el Consejo de Seguridad de la ONU, en un alarde de reflejos, ha sacado adelante una resolución para instar al alto el fuego, con la abstención generosa de Estados Unidos, que no se molesta ni en disimular. Resolución que Israel se ha pasado por el forro inmediatamente y Hamás dice no sentirse aludida. Además se ha suspendido la ayuda humanitaria porque ayer fue atacado un convoy de Naciones Unidas y murió un trabajador.

Da miedo, miedo y vergüenza pertenecer al género humano.

A pesar de todo, los Reyes Magos han acudido a su cita y este año ya se ha reflejado la sorpresa en los ojos de los gemelos y de Almudena, mientras los de Palomita sonreían desde la sabiduría de sus siete años. Me da la impresión de que tiene más dudas que el panhispánico, pero no se las confiesa ni a sí misma. Marcos nos ha ofrecido un desfile de disfraces digno de Mortadelo; cuando ha aparecido con la armadura y el yelmo de Darth Vader empuñando la espada incandescente, los gemelos han roto a llorar horrorizados, como es natural.

La vida no se para nunca y la muerte tampoco.

domingo, 4 de enero de 2009

LLOROS

Cuando terminaron de dar las campanadas tenía las doce uvas en la boca, convertidas en un estropajo de pieles y pipas que tardé un buen rato en conseguir pasar por el gaznate. Entonces me permití dar rienda suelta a los sollozos que me estaban ahogando. De repente Marbella me pareció el último confín del mundo, lejos, lejísimos, de mi gente, cada uno en un punto de España; Jesús, Sara y los niños allá en el norte, en la otra punta del mapa. Ana, Jesús y los gemelos en Sigüenza con su padre; Marta con amigos por ahí, quién sabe dónde, mi madre y mis hermanas en Madrid. Y yo allí, en Marbella empezando un año que era mucho más que un año; era el fin de otro lleno de emociones y de sobresaltos y el principio de una vida. Fernando tampoco estaba con los suyos; estábamos con Gregorio y Merche y sus hijos, unos amigos suyos encantadores, cariñosos y cálidos a los que yo acabo de conocer, que nos dieron calorcito y nos acogieron en su casa y en su mesa. Sin embargo hubo un momento raro en el que me sentí "como una Kawasaki en un cuadro de El Greco", que diría el maestro. Y, cuando con la última campanada nos empezamos a dar besos y a abrazar, yo, en aquellas personas que casi no conocía, estaba abrazando a mis hijos, a mis nietos, a mi madre, a mis hermanos, a mis amigos de siempre. De alguna forma abrazaba el pasado, la historia, el camino recorrido hasta llegar hasta aquí. Y me puse a llorar y los llamé por teléfono soltando el moco. Y me entraron muchas ganas de decir te quiero a toda la gente que quiero y que espero que siempre esté en mi vida; mandé esemeses a medio mundo porque de repente me dí cuenta de que tengo el corazón como el camarote de los hermanos Marx y todavía cabe más gente, como la que he conocido estos días en Marbella. Y es que la cosa consiste en compartir, en compatibilizar todos los amores con el amor. Somos muy mayores, llevamos un gran equipaje a cuestas y nada ni nadie sustituye a nada ni a nadie.

Por la mañana del día uno vimos el concierto de año nuevo en pijama, como debe ser. Las bombas seguían cayendo sobre Gaza, al compás de las polkas y los valses. Ironías del destino, este año lo ha dirigido Barenboim, el hombre que fundó una orquesta compuesta por jóvenes israelíes y palestinos, soñando quizá que la música sonara más fuerte que las bombas y acabara con el odio. Hacía daño tanta belleza concentrada en el Wiener Hofburg, el sonido de la Filarmónica de Viena, las sterlitzias y las gerberas del mismo color que las llamas de Palestina, las amapolas gigantes iguales que la sangre. Bailaban el Danubio Azul tres niños y tres niñas, limpios y rubios, con alas de angelitos, rizos y sonrisas brillantes, mientras otros niños más sucios, más pobres y más morenos morían en Gaza. Barenboim ha dicho cuatro palabras, las justas, que serían suficientes si alguien las quisiera oír. Pero en Naciones Unidas se toman su tiempo para encontrar la fórmula magistral de una propuesta de alto el fuego políticamente correcta, que no ofenda a nadie. Mientras tanto, ya van más de quinientos muertos, miles de heridos y mutilados y el genocidio continúa por tierra. No permiten el paso de la ayuda humanitaria. Las palmas de la Marcha Radezky sonaban igual que las ametralladoras.

Marbella es un lugar bonito y acogedor, que no responde a la imagen cutre que transmiten los programas de corazón y bidé; en el que vive gente corriente, sencilla y humana y donde es una delicia pasear y vivir. Cuando cae la tarde, los aromas de los naranjos y de la dama de noche inundan el aire y uno se emborracha sólo con respirar.

En Ronda llovía y el camino estaba envuelto en niebla; las nubes dejaban jirones enganchados en las rocas y en los pinos. Comimos con María y Jose en una venta estupenda y yo comprobé que tengo química con ellos, que me caen bien y que ya les he hecho un hueco en mi camarote.

De vuelta para Madrid, hemos hecho un alto -un alto largo- en Marmolejo, donde otros amigos de Fernando, Paco y Carmen, nos han invitado a unas migas hechas en "la candela", al aire libre, que resucitaban a un muerto, jamonsito y morsilla achorisá, todo ello regado como corresponde. Cuando "la candela ha cogío brío" las ha guisado Bartolo con mucho oficio, tirándolas al aire y recogiéndolas con la sartén sin que se caiga ni una. Las migas hay que comerlas alternándolas con las engañifas, que son pedaso de bacalao, de naranja y de melón. Mientras tanto, las borriquillas nos miraban con sus enormes ojos de cristal negro. Paco y Fernando hablaban de la que, por lo visto, nos espera este año que empieza y Bartolo se ha enfadado un poco: -¡Qué crisi, ni qué crisi, ni qué crisi, si ustedes tenéi de tó! Teníai que haber vivío ustedes en los cuarenta pá sabé lo que es el hambre. Creo que Bartolo tenía razón.

Mañana vamos a Sigüenza, porque vienen los Reyes y siempre le traen flores a Jaime. Y eso que vienen de Oriente Medio, lo que son las cosas.

Creo que esta canción ya la he puesto, pero hoy no se me ocurre otra mejor.