miércoles, 26 de junio de 2013

LA MUJER HABITADA

No sé cuántas mujeres conviven en mi cuerpo
pero se llevan mal pues cada una
reivindica el derecho que le asiste
a ser la mejor madre,
la amantísima hija o la perfecta esposa.

Hay otra que pretende ser la más solidaria,
la que mejor defiende a los desheredados,
la que se desgañita contra los poderosos.

Se disputan mis noches y mis días
y al cabo se reparten

como buenas hermanas mis despojos.
Y, para colmo, todas
intentan a mi costa escribir versos.

Queda la más pequeña
y a ésta no la puedo dejar sola; 

es una irresponsable, una inconsciente
que no persigue nada extraordinario.

Sólo es una mujer que en cuanto me descuido
pierde pie, se resbala
por el borde prohibido de tu boca.

miércoles, 19 de junio de 2013

LA VIDA EN EL METRO

Los viernes a las diez de la noche en el metro de Madrid unos van y otros vienen. Van pandillas de chavales, ellas a un lado, ellos a otro. Ellas se han disfrazado de "Lolitas"; llevan tacones muy altos y falda muy corta y gritan mucho para disimular la vergüenza que les da enseñar un canalillo procaz y unos pechos ingenuos, turgentes y muertos de frío; porque hace frío esta noche para ir así. Todas tienen los labios carnosos y pintados de rojo intenso. Ellos no las miran, pasan; aparentemente están mucho más preocupados por colocarse la gorra con la visera hacia atrás y el vaquero a la altura justa para que no se les caiga, pero casi. Una, bajita y regordeta, decide atacar y se sienta en las piernas de un chaval que está despatarrado en el asiento de enfrente. El, le mete la mano con desgana entre los muslos y le come la boca con oficio como por cumplir, porque es lo que toca. Luego la levanta y le da un azote en el culo como dando a entender. Se bajan todos en la estación de La Latina, ellos delante pegándose empujones y puñetazos de colegas; ellas detrás cuchicheando y tirándose hacia abajo de unas minifaldas imposibles y dando traspiés con los taconazos. Tanta lucha feminista para esto.

La sudamericana vuelve. La melena rubia teñida no oculta sus rasgos indígenas. Ha salido esa tarde y tiene que regresar porque está interna. Se ha despedido en el andén de otras compatriotas que tienen más suerte; están externas compartiendo piso y se pasan la noche del viernes bailando salsa. Ella no; tiene dos hijos en Ecuador o en Perú o en Colombia y manda para allá casi todo su sueldo, no puede gastárselo en pagar una habitación, para eso no se fue de su país. Pero todavía le resuenan en las tripas los ritmos calientes y se le van los pies con los músicos andinos que han entrado en el vagón, mientras dibuja una sonrisa muy triste. Se baja en Argüelles.

La mujer de edad indefinida yo creo que también vuelve; guiña los ojos para leer un texto pegado en la pared del vagón -libros a la calle- y en el rostro refleja un cansancio antiguo. De vez en cuando da una cabezada, apoyando la cabeza en la palma de la mano. Agarra el bolso fuerte, como si llevara dentro todas sus pertenencias. Parece que tiene ganas de morirse. Lleva un periódico que dice que el Gobierno ha dado tropecientos mil millones a los bancos, a esos bancos que le tienen secuestrada la nómina, que le cobran unos intereses que rayan en la usura cada vez que se queda en números rojos; a esos bancos que la tienen asfixiada y que ahora ya no le dan más crédito. Tiene que hacer trasbordo en Cuatro Caminos y casi se pasa de estación. Se aleja del borde del andén, asustada de las ganas de tirarse que le están entrando. ¡Que les den por culo a todos! No tiene nada ¿qué le pueden embargar? Ahora llega a su casa a comerse un huevo frito y un par de birras; mañana será otro día.

Una pareja madura se hace bromas y arrumacos. Igual se han tomado unos vinos y están un poco achispados; no se sabe muy bien si van o vuelven. Parecen dos separados que se han encontrado cuando ya no contaban con ello. Seguramente vuelven de una vida agotada y van hacia otra que se inventan cada día. Al salir en Moncloa se cruzan con un travelo con la hora cambiada; a las diez de la noche, en circunstancias normales, no le tocaría volver, pero vuelve; enseña un escote huesudo y plano y se le ha corrido el rimmel; lleva las medias rotas, los tacones torcidos y ya le apunta la barba, apenas emboscada en el maquillaje. Es delgado y menudo; o delgada y menuda, no sé.

Los viernes a las diez de la noche, va o viene un montón de gente en el metro.

viernes, 14 de junio de 2013

MIRAR DE FRENTE

Mirar de frente es mucho más cómodo
que mirar de reojo o de costado,
duele menos el cuello y la conciencia
aunque ocurre que a veces
una se queda con el alma al aire
y se muere de frío sin remedio.

Si se entornan los ojos se protegen
de la excesiva luz
y encima guardan todos los secretos,
el problema es que salen arrugas y se forma
como una extraña mueca
donde debiera estar una sonrisa.

Una anda por el mundo como puede,
como le da a entender la Providencia,
pero aún no ha aprendido a engañar a la vida
-por raro que parezca a estas alturas-
ni a decirle que no cuando se pone a tiro.

No sé por qué me atraen las aguas pantanosas
donde bracean los desesperados,
los que se pliegan a las injusticias
como a una maldición, los que se dejan
pisar y luego piden perdón por las molestias.

No sé por qué me tiro a la piscina
si apenas sé nadar en mi provecho
cuánto menos para lograr que otro
salga a la superficie
antes de ahogarse en la resignación.

Por qué me nace el caballero andante
si a ciencia cierta sé
que no podré vencer a los molinos.
Por qué me meto en ciertos cenagales
donde lo más seguro es que me hunda.

jueves, 6 de junio de 2013

LA PURA SINRAZÓN

Amo el puro capricho que te excita,
lo que no tiene domicilio y fecha,
lo que brilla en los cielos y en la punta
ferviente de la lengua.
(Francisco García Marquina Esto no es una pipa)





A mí me gusta amar sin más motivos
que los que impone el inefable impulso
la pura sinrazón
la prueba incontestable de la piel.
   
A mí me gusta amar sin gratitudes
sin lógicas razones ni porqués
igual que amo a la noche
igual que amo a una vida
que ni siquiera sé si me conviene.

Y es que la gratitud es otra cosa
tiene algo de contraprestación
y a mí me gusta amar graciosamente
a quien mi cuerpo elige
sin consultar cuál es mi parecer.

Es el gozo simplísimo de amar
suficiente para sobrevivir
a las pequeñas muertes
que me acechan en todas las esquinas.

Porque me gusta andar sobre los pasos
y bajo el mismo cielo que quien amo
envolverme en el aire que le envuelve
y sonreír después sin causa alguna.

lunes, 3 de junio de 2013

INSOMNIO

Cuando ya no hay remedio
se me vienen encima,
con su verdad a cuestas,
los días que quisiera borrar del calendario.

No quisiera borrarlos,
quisiera regresar a la fecha precisa,
para poder vivirlos de otro modo.

Porque hay días que no sólo se pierden 
sino que matan otros muchos días,
los que vienen más tarde
y ya nacen enfermos de rabia y de tristeza.

Y no es fácil encontrar el antídoto
que limpie el sentimiento de lo oscuro
y volver a creer igual que antes.

O tal vez sí,
tal vez tan sólo sea una palabra
la que traiga la paz a mis insomnios.