miércoles, 20 de mayo de 2009

BENEDETTI

"Cuando muera quisiera desmorirme
tan solo por un rato para ver
como el mundo se lleva con mi ausencia"

Con tu ausencia, maestro, nos llevaríamos mal, muy mal, si fuera ausencia. Pero tu palabra siempre será presencia. Tú no mueres, maestro, perteneces a esa memoria que llena nuestro olvido, estás en todos los inventarios de nuestra vida. Y siempre que te vayas de vos mismo te esperaremos en los tres o cuatro puntos cardinales. Hoy te robo tus versos sin miramientos, maestro, sin ponerles comillas ni cursiva, sin el más mínimo respeto a tu propiedad intelectual. Porque tus versos son de todos los que alguna vez quisimos ser poetas y por tu culpa desistimos del empeño. Imposible aspirar a lo más grande cuando ese puesto ya estaba ocupado. Porque, como los suicidas, todos sabemos dónde nos aprieta la incertidumbre.

No he llorado, maestro; mis lágrimas serían de puro vicio, como las del cocodrilo y las del sauce llorón. No he llorado, maestro, porque no te has ido, porque tengo tus versos en mis manos y en la cabecera de mi cama. Y porque siempre podré refugiarme en tu rincón de haikus para que me besen sin rodeos, a quemarropa, o comprarme un tango en el kiosko de adioses del aeropuerto. Mientras tanto veré todo lo que tus ojos me enseñaron a ver; veré cómo los bombardeos siguen remediando para siempre la sed y el hambre de tantos desdichados y lo solitaria que viene la muchedumbre tras el desfile.

No te has ido, maestro. Los demás nos quedamos velando nuestros escombros.