lunes, 14 de julio de 2014

ORFANDAD

Ahora que ya no soy hija de nadie
¿Quién adivinará mis soledades?
¿Quién sentirá por mí lo que yo siento?

Tú me mirabas desde la atalaya
de tus noventa y tantos...

y lo sabías todo;
por más que yo intentara
camuflar mi tristeza con ramajes
de noticias inanes, de lugares comunes
que llenaran silencios,
tú me mirabas de aquella manera.

Nunca pude evitar
volverme transparente ante tus ojos.

Me mirabas tan dentro
que hacías imposible el disimulo.

¿Qué quisiste decirme la otra tarde
en tu última mirada tan larga y tan profunda?

Ahora de repente llueve a cántaros,
no sé por qué de pronto llueve a cántaros.