domingo, 21 de diciembre de 2014

Y DE PRONTO UNA TARDE

Cuando ya apenas queda la imperceptible sombra
de lo que fui algún día,
de lo que fuimos todos
los que antes nos amábamos, pregunto
si fue verdad aquello que nos hizo llorar,
si fue tan importante lo que antes nos robó
el sueño y la sonrisa, aquello que nos hizo
enmudecer de miedo
cubriéndonos la piel de incertidumbre.

Las cosas se diluyen en el polvo del tiempo,
los rostros, los dolores, las imágenes,
y se opacan los brillos que nos iluminaron
la vida en un instante de locura.

Al final solo queda
un amasijo informe de emociones dormidas
en algún recoveco del recuerdo,
un temblor impreciso,
una caricia muerta entre las manos,
una mirada ciega a un ayer muy remoto,
una voz inaudible,
algún nombre, algún beso.

Y de pronto una tarde, cualquier tarde
de soledad, de hastío, de silencio,
de esas en que regresan los fantasmas,
nos irrumpe por dentro un inmisericorde vendaval 
de historia hecha jirones.