miércoles, 16 de julio de 2014

EL JARDÍN

Este año están tristes los ailantos,
te estaban esperando con su ropa de gala
pero tú no has llegado
a buscar el lugar de la entresombra
justo al lado del tilo.
Y ahora se desangran en rojo, derramando
color sobre tu ausencia.

Las ardillas también se han escondido,
no están, no las he visto escalando el ciruelo
¿Eran dos o eran tres? Nunca supimos
cuántas jugueteaban en la hierba
y se quedaban quietas, como desafiando,
para luego salir de nuestra vista
¿Dónde se habrán metido?

No sé por qué tampoco se oyen sobre el campo
los cuartos y las medias como antes,
cuando tú los contabas:
las nueve menos cuarto, queda un resto
de sol junto a la tapia,
muéveme allí la silla;
de acuerdo, pero antes
vamos a andar un poco,
una vuelta a la casa de mi brazo.

Y al pasar arrancabas una flor de lavanda,
unas hojas de menta ¡Qué bien huele! 
Decías aferrándote
a los últimos rayos de la tarde.

¿Por qué han enmudecido las campanas?
Quizá se han taponado mis oídos
a todos los recuerdos,
quizá tengo la piel y la memoria
cubiertas de tristeza
y ya no puedo oír los sonidos que amaste.

Quizá a la luna llena siempre le falte un trozo,
el que tu te has llevado
prendido para siempre en tus pupilas.

Quizá hay menos estrellas esta noche
o a mí me lo parece,
pero todo es distinto este verano
y este jardín se ha vuelto
un poco más umbrío.

lunes, 14 de julio de 2014

ORFANDAD

Ahora que ya no soy hija de nadie
¿Quién adivinará mis soledades?
¿Quién sentirá por mí lo que yo siento?

Tú me mirabas desde la atalaya
de tus noventa y tantos...

y lo sabías todo;
por más que yo intentara
camuflar mi tristeza con ramajes
de noticias inanes, de lugares comunes
que llenaran silencios,
tú me mirabas de aquella manera.

Nunca pude evitar
volverme transparente ante tus ojos.

Me mirabas tan dentro
que hacías imposible el disimulo.

¿Qué quisiste decirme la otra tarde
en tu última mirada tan larga y tan profunda?

Ahora de repente llueve a cántaros,
no sé por qué de pronto llueve a cántaros.

YA NO IMPORTA

Ya no importa quién fue el que dijo basta
ni cuánto nos movió la rabia ciega
pero alguien tenía que decirlo.


No está hecho el amor para las lágrimas,
si acaso ha de servir para enjugar
las que vienen de fuera de nosotros.


No está hecho el amor para la lucha
si no luchan los dos por defender
el inmenso tesoro que es amarse.


No está hecho el amor para la inquina
ni para la venganza
de quién sabe qué ofensas
que tan solo conoce el ofendido.


El amor no es poder, es compañía
independientemente de las horas
que la vida permita compartir.


El amor no posee, ama y respeta
y se alegra de ver que aquel que ama
es un poco feliz, algunas veces
en un espacio ajeno.


El amor no es presión sino sosiego;
no es castración sino fecundo gozo,
es confianza, calidez, abrazo,
es una forma de vivir la vida
sin que haga falta ni decir te amo.


No sé si estoy pidiendo demasiado.