jueves, 22 de junio de 2017

LAS DOS ESPAÑAS

Se conocieron en un bar de barrio
con tragaperras y fotos del Atleti
y, entre café y café, se contaron sus vidas.

Él le hablaba de hambre, de cárcel y de muerte,
de torturas y exilios, 
de libertad robada, de odio, de injusticia;
y ella, a su vez, su historia de niña de derechas
-nadie le dio a elegir dónde nacer-
que creció con la copla esa de que en España
se quemaban iglesias y se mataban curas
hasta que vino aquél a poner orden.

-Verás, yo es que no tengo
ningún muerto enterrado en las cunetas,
ni presos, ni mujeres con el pelo rapado,
aunque sí fusilados que llorar en las tapias
de ciertos cementerios; si quisieras
mezclaría mi llanto con el tuyo
porque es el mismo llanto y es de todos.

Y me declararía apátrida contigo,
en la exclusiva patria de tu cuerpo
para no besar nunca otra bandera
que la que ondea dentro de tu boca.