domingo, 13 de enero de 2019

LA VIDA

De pronto te das cuenta de que has vivido tanto
que te duele la vida.
(Vicente Martín)
Es la vida, la vida toda entera
la que me duele dentro,
la que me oprime dentro
como un puño cerrado
a la altura imprecisa del diafragma.

Es la infancia perdida, ya tan lejos,
de aquella niña un poco marimacho
con las rodillas rotas casi siempre
y cara de enfadada
porque los niños nunca le dejaban
jugar al fútbol siquiera de portero
ni tampoco a las chapas o la pídola.
Tenía que jugar a las casitas
o a saltar a la comba, como mucho,
hasta que les brotaron los pelos en las piernas
y entonces sí querían jugar con ella a médicos.

Es una adolescente enamorada
de aquel chico imposible que cantaba tan bien
y siempre le gustaba alguna rubia,
pero ella era morena, muy morena
—ya ven qué mala suerte—
y lloraba mirando a las estrellas.
Mas dejó de llorar cuando otros labios
inundaron su boca
de una dulce humedad desconocida
que ya no olvidó nunca, aunque la muerte,
muchos años más tarde,
se llevara esos labios por delante.

Y me duele una novia virgen a pesar suyo,
pecando sin pecar como dios manda
que sean los pecados.
Y una madre muy niña, como sus hijos casi,
que le vino muy grande todo lo que le vino,
todo lo que la vida le había reservado
en un alarde de imaginación.

Por encima de todos los dolores
me duele el hijo muerto, como una porcelana
bellísima e inerte, una sonrisa eterna
sin voz y sin abrazo, que me hizo comprender
lo que significaba para siempre.

Me duelen los amores que me quisieron suya
como una propiedad indivisible,
que me quisieron tanto que mataron
lo mejor de mí misma
y que nunca entendieron
que hay miles de maneras de querer,
que no pueden borrarse los años ni la historia,
que no se recuperan
los jirones de piel que se dejaron
prendidos en los muros de la culpa
cuando sonó el portazo del adiós.
Que es imposible comenzar de cero
y olvidar las maletas en consigna.

Y me duelen los años que ahora tengo
y este cuerpo cansado que se obstina en vivir,
que se obstina en amar tan a deshora.