La cosa más bonita de fumar es mirar la neblina azulada cuando se va a la deriva
Perdedores
Por si esto fuera poco
Daños colaterales
Un solo de saxo
Las horas contadas
JAIME
Este atronador silencio de los pájaros
Vivir con lo puesto
Memoria secreta de una niña bien
Plantas de interior
La niebla del tiempo
Premio "Blas de Otero" 2010.
Hazversidades Poéticas
Enésima Hoja
Antología de poetas contemporáneas
AMOR
Poesía amorosa contemporánea
Amor se escribe sin sangre
Antología contra la violencia machista
Todos los poemas y textos en prosa de este blog se encuentran bajo una licencia de Creative Com.
Conforme a la Ley 23/2006 de 7 de julio de Propiedad Intelecual, se prohibe su uso total o parcial, salvo expreso consentimiento del autor o mediante referencia expresa del mismo. En ningún caso se permite su utilización comercial ni modificación en todo o en parte de cualesquiera de los elementos citados.
No quiero conjugar el pasado imperfecto en subjuntivo ni volver a pensar si nos hubiéramos encontrado los dos en otro tiempo, cuando el camino estaba por andar y era el futuro como una esplendorosa madrugada, ni perder un minuto imaginando lo que pudo haber sido. Hoy estamos aquí, en un presente cada vez más corto, llenos de cicatrices y de heridas de guerra en el alma y el cuerpo que nos han dibujado como somos ahora. Esa es nuestra verdad, ese es el vino que moja nuestros besos. Yo te quiero vestido con tu historia y regalarte lo que de mí queda envuelto en el papel de los recuerdos que guardan mis dolores más queridos, los que no olvido porque son mi carne, mi carne maltratada por la vida. Ya nos advirtió Biedma que no era tal como la esperábamos.
Se me ha cansado el alma de quererte. Al fin he renunciado a quererte, a soñarte, a desearte, a que tu nombre llene mis insomnios y mis amaneceres ateridos, a que mis días tengan un sentido más bello que pensar cómo ahorrar en la lista de la compra, cómo pagar la cuenta del dentista o cuándo debo hacerme los análisis para que este viaje -¡qué ironía!- sea largo, feliz y saludable. No he renunciado a que me quieras tú -ni en mis mejores sueños lo pensaba- sino a quererte yo, que es lo más triste, lo que deja mi vida más vacía, lo que alarga mis días sin sentido y los vuelve más grises.
Se me ha cansado el cuerpo de buscarte en el semáforo que siempre toca rojo, en el banco de un parque sin columpios, en una esquina de la madrugada, en un anochecer sin luna y sin tabaco, en un bar sin amigos ni gin-tonic. Se me ha cansado el sueño de soñarte en esta realidad tan desabrida, en esta falsedad tan imposible, en esta soledad mil veces sola, en el frío que me entra por la espalda, en ese despertar buscándote a mi lado.
Qué envidia esas mujeres que nunca se equivocan, que no hacen tonterías, que saben dónde pisan, que jamás se enamoran de quien no les conviene y siempre tienen tiempo para darte un consejo. Qué envidia ese control sobre sus sentimientos —en el caso hipotético de que tengan algunos—, esa cabeza fría, esa condescendencia con las pobres pringadas que sufren por amor, ese saber estar sin hacer el ridículo, esa seguridad que emanan a su paso diciendo aquí estoy yo pero no se te ocurra ni siquiera mirarme o saldrás trasquilado. Qué envidia que se duerman sin sueños que soñar y una calculadora que no les falla nunca en el justo lugar del corazón. Qué envidia de la imagen impecable, perfecta que devuelve su espejo, sin el rimmel corrido ni una lágrima derramada a destiempo. Yo me pregunto a veces si nunca han deseado morderte suavecito —apenas con el filo de los dientes— la parte más carnosa de tu labio inferior si nunca habrán tenido esa necesidad perversa que me asalta de que sufras por mí, cariño mío, no mucho, solo un rato, al recordarme.