martes, 5 de febrero de 2019

QUÉ ENVIDIA

Qué envidia esas mujeres que nunca se equivocan,
que no hacen tonterías, que saben dónde pisan,
que jamás se enamoran de quien no les conviene
y siempre tienen tiempo para darte un consejo.

Qué envidia ese control sobre sus sentimientos
—en el caso hipotético de que tengan algunos—,
esa cabeza fría, esa condescendencia
con las pobres pringadas que sufren por amor,

ese saber estar sin hacer el ridículo,
esa seguridad que emanan a su paso
diciendo aquí estoy yo pero no se te ocurra
ni siquiera mirarme o saldrás trasquilado.

Qué envidia que se duerman
sin sueños que soñar y una calculadora
que no les falla nunca
en el justo lugar del corazón.

Qué envidia de la imagen impecable, perfecta
que devuelve su espejo,
sin el rimmel corrido ni una lágrima
derramada a destiempo.

Yo me pregunto a veces si nunca han deseado
morderte suavecito
—apenas con el filo de los dientes—
la parte más carnosa de tu labio inferior

si nunca habrán tenido
esa necesidad perversa que me asalta
de que sufras por mí, cariño mío,
no mucho, solo un rato, al recordarme.