jueves, 22 de julio de 2021

AMAR LA VIDA

Me dicen los amigos que la vida es hermosa, 
que es necesario amarla y dar gracias al cielo, 
que la felicidad depende de nosotros, 
que está en mi puta mano conseguirla. 

Soy de buen conformar, nunca pido gran cosa, 
ni bienes materiales 
que no voy a llevarme al otro barrio, 
ni éxito literario ni reconocimiento 
por unos pobres versos 
que a lo mejor a alguien consolaron. 

Vivo modestamente de una pensión exigua, 
en mi casa pequeña, humilde paraíso; 
no persigo la gloria  
ni sueño con viajes
a mundos lejanísimos 
que no conoceré por más que viva. 

Al amor renuncié 
tras algunos intentos que trajeron 
mucha más decepción que regocijo 
−según daban las doce siempre se convertía 
el príncipe de turno en una rana− 
y ahora me conformo 
con el dulce calor de los amigos. 

Hace ya muchos años perdí un hijo, 
y hasta sobreviví a ese contradiós 
-no acabé de morirme por entero- 
y su recuerdo ahora 
es un bálsamo tierno y apacible 
para sobrellevar mis soledades. 

Otras cosas pasaron 
que ya no viene a cuento recordar, 
pero tal vez un poco arreglé la memoria 
cuando conté las horas al lado de su cama. 

Y quienes me conocen
saben que, pese a todo,
aún no me ha vencido la tristeza.

Pero esta vieja zorra repintada
a la que por lo visto hay que amar tanto, 
no se cansa jamás de darme hachazos. 
Y yo ignoro a qué dios y en qué concepto 
debo tantas facturas.