es un precioso lujo prescindible,
algo maravilloso pero no indispensable
para seguir viviendo cada día
−quizá me acostumbré a la soledad
o la decrepitud ha empezado a engullirme−
y eso que tengo escritos unos cuantos poemas
que hablaban del amor y eran sinceros.
Ahora sin embargo creo que son un lujo
esas penas tan dulces que produce el amor,
esas que hacen llorar pero te envuelven
en la cálida manta de los sueños.
Y es que ahora pienso que tan solo sufren
penas de amor los que no tienen otras,
los que aún no han cubierto
su cupo del dolor y no lo saben.
Que llorar por amor es un lujazo
para llenar insomnios en las noches de luna
y abrazarse a la almohada como si fuera un cuerpo.
Las penas de verdad son otra cosa.