
Era de noche y Medinaceli estaba desierta. Nuestras voces resonaban contra las piedras; hablábamos poco y de nimiedades, creo que cada uno de los tres estaba solo con la luna; no sé qué pensaban ellos, pero yo no pensaba: sólo sentía que se me iban cayendo al suelo los años y que era la misma de entonces, cuando todavía no tenía miedo y no me importaba perder. Cuando una noche como esa era más importante que el futuro; cuando no existía el futuro ni el pasado y el presente era una sola noche. Cuando una noche como esa compensaba de toda una vida.
No me dí cuenta de que corría un viento helador. Cuando nos fuimos estaba tiritando.
No me dí cuenta de que corría un viento helador. Cuando nos fuimos estaba tiritando.