lunes, 21 de abril de 2008

BODA Y OTRAS COSAS


La boda de la hija de mi amiga Mariapi me ha dado la oportunidad de pasar un finde largo -me fuí el viernes y acabo de llegar, dos moscositos divinos- en Málaga, con muy mal tiempo y muy buena compañía. La mejor. No sé si Mariapi es consciente del favor que me ha hecho invitándome.

Maria, Mariapi, María Pilar es amiga de la infancia y ya las dos peinamos canas, teñidas, pero canas al fin. A Maria, Mariapi, María Pilar la vida la ha tratado mal o no, según se mire. Porque ha tenido de todo como en botica y como todo el mundo, por otra parte. Pero a Maria, a Mariapi, a María Pilar, que es una amiga a la que quiero por muchas cosas, pero sobre todo porque la antigüedad es un grado y hemos crecido juntas, la que peor la ha tratado ha sido ella misma. No me va a leer porque no tiene internet, pero me da igual, lo mismo que pueda escribir aquí pero más clarito se lo he dicho muchas veces. Maria, Mariapi, María Pilar lleva muchos años castigándose a sí misma por no haber sido feliz. Por no haber cumplido el guión que estaba escrito para ella. Porque la vida, definitivamente, no es como la esperábamos. Y no ha encontrado su sitio en una vida distinta a la que estaba prevista. Y anda por ahí pidiendo perdón al mundo por no ser la que el mundo quería que fuera. Y el mundo, que es cruel e insolidario y que no pregunta y que no se toma la molestia de intentar meterse en su pellejo y mirar un momento con sus ojos azules de adolescente engañada, la ha dejado sola; encerrada en su círculo vicioso de reproches, pisoteándose la autoestima. Maltratándose. Todos nos hemos cansado alguna vez, sus hermanos, sus hermanas, sus amigas. Todos hemos dicho en algún momento que le vayan dando, hasta aquí he llegado, es su vida. Pero algunos lo cumplen a rajatabla y otros no. Otros estamos, nos vamos, volvemos, nos cabreamos pero la queremos. Ahora tocaba estar. Cuando ella ha hecho el esfuerzo de ser la que tiene que ser, aunque sólo sea un día, y estar ahí; de madre de la novia comme il faut, como la señora que es. Pero no han estado, son seis y no ha estado ninguno. La han dejado sola, frente a su ex, frente a la parienta de su ex -que estaba allí chupando cámara, de reina del mambo- frente al mundo mundial. Con una madre casi nonagenaria y enfermísima que ha ido desde Madrid con mil trabajos, a su cuidado. Allá su conciencia, ellos sabrán. Pero para mí ya no existen.

Yo he ido, pero no es ningún mérito. Maria, Mariapi, María Pilar, me lo ha agradecido efusivamente y yo me alegro si le he servido para algo, si he ocupado algún hueco que tenían que haber llenado otros, si he prestado mi brazo a una anciana porque no estaban los brazos que tenían que haber estado. Yo he ido, pero soy yo la que le tengo que agradecer haberme dado la ocasión de pasar unos días maravillosos, con un tiempo infame, en la mejor compañía.

Llovía en Marbella todo el rato. Pero Marbella, la parte vieja, es un lugar delicioso que yo no conocía y que no imaginaba así. Callecitas blancas y limpias, cuidadas, preciosas. Tiendas hippies llenas de harapos de lujo, para perderse. Una plaza ostentosa, con el sello Gil, pero sólo una; un bikini que costaba más de la mitad del salario mínimo en un escaparate ¿quién se lo comprará?. Puerto Banús, las mil y una noches, los mil y un yates inverosímiles, las mil y una putas. Había una, rancia como una monja exclaustrada que tuviera que buscarse la vida, con su vestido por debajo de la rodilla y su chaquetita blazer luciendo canalillo con cierta timidez; la rubia platino, seria y distante, en su sitio. Luego llegó la reina, la que las tenía más grandes, moviendo el culo con oficio y dando mucho el cante. Los hombres miraban la mercancía como ganaderos en el mercado, les faltaba examinarlas los dientes. Los músicos, buenísimos. Un pianista irlandés genial y el cantante, talmente Joe Cocker.

La serranía de Ronda, magnífica; María me regaló su cariño, su sabiduría, su alegría, su comprensión, su sensatez; todo eso y unos pendientes preciosos. Yo en cambio no le regalé nada, sólo mi infinita gratitud por su corazón partío. También llovía en Ronda y el viento helaba algunas emociones contradictorias. La felicidad completa no sé si existe, pero a veces parece que está muy cerca.