Para Marta
que hay una luz al fondo de la calle
aunque tú no la veas
y que amanecerá tarde o temprano
porque amanece siempre.
Y no es porque haya un Dios, más bien dudoso
-si existe está tan lejos que ni cuenta-
es porque la tristeza
se resiste a morir pero se muere
de celos de tu gato.
Porque a los treinta años el futuro
es más fuerte que tú, mal que te pese,
más fuerte que el dolor y que las nubes
que cubren tu ventana
tapando el horizonte que te espera.
Aunque tú no lo creas, lo sé de buena sangre,
la sangre que destilan los años que he vivido:
ni siquiera la muerte impedirá
que florezca de nuevo tu sonrisa.