viernes, 28 de agosto de 2015

MANERAS DE QUERER

Amor, un solo nombre con demasiados usos,
el diccionario a veces resulta tan escaso…

Igual lo utilizamos para el vértigo
que nos lanza al abismo glorioso de otro cuerpo
sin más dato objetivo que el temblor de la carne,
como se lo aplicamos
a los absurdos sueños que llenan nuestras noches
con una persistente adolescencia,
tan fuera de lugar como de tiempo.

Y no se queda aquí nuestra escasez
en lo que atañe al léxico:
también amor decimos a ese modo
tan vil de hacerse daño
con que a veces se aman los amantes,
en lugar de llamarlo mala baba
que es mucho más preciso.

En cambio no le damos ese nombre
a ese amor que está ahí, discretamente
acogedor y cálido,
compartiendo silencios, soledades,
ideas, inquietudes,
ofreciendo su hombro para el llanto,
respetando la carga de la vida,
el espacio privado y, poco a poco,
apenas sin querer
se vuelve imprescindible.

Ese amor que nos ama sin decirlo
porque no es necesario decir nada.