lunes, 14 de septiembre de 2015

MARGARITAS

Llego con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
(Miguel Hernández)

Aquella mujer fuerte siempre lloraba a solas,
le dolía la espalda por el peso
de la penas de otros,
no encontraba momento
de llorar por las suyas; ya se sabe
que las mujeres fuertes
no tienen sentimientos, aunque a ella
nunca jamás dejaron de dolerle
aquellas tres heridas que cantaba Miguel.
un abrazo imprevisto,
levemente más largo, un poco más intenso
de lo que determina la buena educación
podía desnudarla en medio de la calle.

Aquella mujer fuerte
repartió margaritas entre distintos cerdos;
algunos las comieron tan deprisa
que apenas apreciaron su exquisito
regusto a soledad
ni la suave ternura que guardaba
su blando corazón de manzanilla.
Y otros las dejaron
pudrirse en las cunetas, mas ninguno
las colocó con agua en un jarrón
y mucho menos
se le ocurrió plantarlas en la tierra.

Casi siempre tenía gente a su alrededor
-amigos, familiares
o algún voluntarioso sustituto
del hombre de su vida- sin embargo
cuando el buzón de aquella mujer fuerte
rebosaba papeles 
-propaganda, ya saben, y cartas de los bancos-
los vecinos llamaron a los guardias.