de amor, de esos manidos
de adolescente en celo,
que dejan en la boca
un regusto de tiempo irrepetible.
Pero sé que no puedo. Solamente
soy capaz de morder la incertidumbre
de no saber de ti
ni por dónde caminas o qué pasos
te llevan a algún sitio
donde yo no estaré ni se me espera.
Y tratar de olvidar cuando mi boca
se sumergió en la tuya por su cuenta,
sin preguntar si yo estaba de acuerdo
en tirarme al abismo
sin un maldito clavo al que agarrarme.
Y mirar esta tarde de cielos herrumbrosos,
algodones de fuego y sangre seca,
encender el enésimo cigarro
pensando que mañana tampoco lloverá
y ni siquiera sé por qué te quiero.
