domingo, 30 de octubre de 2016

LA ÚLTIMA VEZ

Cuando nos despedimos
ninguno de los dos imaginábamos
que era la última vez.

Nos dijimos adiós igual que siempre,
con un poco de prisa y un abrazo
que nada hacía pensar que fuera póstumo.

Si hubiéramos sabido que era el último
tal vez hubiese sido algo más largo
o quizá me estrecharas con más fuerza
mientras yo con las uñas, sujetando una lágrima,
te habría acariciado levemente la nuca.

O puede que intentaras convencerme
de que aquello era amor, que era la vida
la que se había puesto en contra nuestra.
Y yo, seguramente, una vez más
me habría conformado con las sobras.

Pero no pudo ser, tú no estabas conmigo
cuando yo me rendía a la evidencia
de que es la soledad mi territorio,
mi hábitat natural, mi única casa.

Y ahora ya es muy tarde, he aprendido
a no esperar prodigios, que las peras
nunca caen de los olmos.