sábado, 17 de febrero de 2018

DESAYUNO

Con el café humeante mira por la ventana
el parque en el que corren unos perros,
los columpios sin niños; a esas horas
un viejo que se esfuerza
en hacer a su edad los ejercicios
que le ha indicado el médico
en esos aparatos infernales.

Una madre muy joven
empuja la sillita de un bebé
y arrastra de la mano
a otro muy pequeño que se queja
-mamá, no corras tanto, parece que le implora,
pero ella acelera, tiene prisa,
la van a sancionar en el trabajo.

La radio da noticias de política,
de ciertos contubernios vergonzosos,
de juicios a ladrones,
a corruptos chulescos que se ríen
en la cara del pueblo que los vota.
Discuten tertulianos,
periodistas muy listos; solo quedan
unos pocos minutos de programa
y llegan los anuncios de coches y seguros.

Unos segundos antes de cerrar
dicen, como de paso,
que ha muerto otra mujer asesinada
y un chico transexual
se ha suicidado con dieciséis años.
Mensaje de una agencia inmobiliaria
y dan el resultado del partido.

Se sirve otro café. Mira por la ventana
la vida de la gente; parece que hace frío
pero seguramente al mediodía
el sol calentará los corazones.
En el pecho le bulle como una rabia antigua,
que le empapa los ojos. Está sola
y se permite el lujo de llorar sin vergüenza.

Después de tres cigarros,
entre el humo y las lágrimas
casi no ve la calle. Hace recuento
de las obligaciones de ese viernes.
Una vez más hay que empezar el día.