jueves, 22 de febrero de 2018

HUBO UN TIEMPO

Hubo un tiempo, hace tiempo,
en el que era inocente y vivía sin miedo,
también era feliz, aunque no lo sabía,
y tan feliz lloraba cada noche
-sobre todo en verano y luna llena-
sin saber del dolor, de los dolores,
que habrían de venir, inexorables,
a matarme despacio y a la larga.

Hubo un tiempo, hace tiempo, en que desconocía
que odiar era tan fácil, que el cariño
podía diluirse en un instante
sin siquiera un pellizco de memoria
que la palabra amigo era tan leve
como las hojas muertas en otoño.

Hubo un tiempo, hace tiempo,
en que yo no medía mis palabras
ni miraba a los lados con recelo
antes de pronunciarlas. Por entonces
sentía mi país como mi casa
de par en par abierta para todos.

Hubo un tiempo, hace tiempo,
en que la soledad era el ocaso,
esa dulce nostalgia de la tarde
en que los grillos cantan su salmodia
mientras el sol se pone tras los montes,
pero no el abandono ni el olvido.

Hace tiempo hubo un tiempo
en que la gente hablaba de sus cosas
-y no de lo que mandan los que mandan
ni dictan tertulianos mercenarios
pagados por los unos o los otros-

y en el que nadie andaba por la calle
enseñando un cuchillo entre los dientes
y lloraba y reía y se contaba
que tiene al niño enfermo,
que no le llega el sueldo al día quince
que por fin se ha besado con quien ama.

Hace tiempo hubo un tiempo
en que las buenas gentes se querían.