domingo, 29 de julio de 2018

QUÉ CULPA TIENES TÚ

Qué culpa tienes tú
de que yo le haya puesto tu nombre a mi vacío,
de que mi soledad se haya agarrado
a ti como si fueras
el clavo ardiendo, el árbol
donde poder ahorcarme dulcemente.

Y qué derecho tengo a perseguir tu rastro,
a echar de menos algo que no existió jamás.

Tendría que romper algún espejo
o cambiarme la piel igual que las serpientes,
mudarme de país, de mundo o de galaxia, 
para no preguntarme
dónde estás ni en qué piensas
y para no escribirte
un horrendo poema de amor desesperado
perdido en las hipérboles,
plagado de adjetivos y de adverbios
que no se corresponden
con una realidad mucho más cutre.

Tendría que morirme y reencarnarme
en una mujer cuerda,
con esa sensatez tan aburrida,
sin frio ni calor ni sobresaltos.
Y esperar a que llegue, definitivamente,
la paz del cementerio.