lunes, 23 de marzo de 2020

CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Es absurdo, me digo, con la que está cayendo,
que yo siga pendiente de una simple palabra,
del gesto más pequeño que me indique
que tú buscas mi nombre como yo busco el tuyo
entre los mil mensajes de cariño o de risas.

Ya sé que hay mucha gente que está mucho peor,
que en los cincuenta metros cuadrados de mi casa
tampoco estoy tan mal, al fin y al cabo
es calentita y cómoda y tiene un parque enfrente,
en el que hasta los pájaros se han quedado en silencio.

Pero solo tú puedes sacarme del marasmo,
enjugarme las lágrimas, cambiarlas por sonrisas
si siento que me piensas apenas un instante
y consigo engañar al dolor con nostalgia,
que es igual que la pena pero mucho más dulce.

Y reniego de ti porque te siento ajeno
a la soledad pétrea de mis cuatro paredes.
Y reniego de mí por seguir esperándote.
Pero, en defensa propia, se me olvida muy pronto
y me engaño a mí misma y te invento otra vez,

me apropio tus palabras como si las dijeras
para mí en exclusiva o como si encerraran
algún doble sentido en el secreto idioma
del amor a distancia. Y entreveo mensajes
encriptados en claves que solo yo descifro.

Sé que no debería contarte mis carencias,
minúsculas partículas en el miedo del mundo,
pero somos la piedra que, arrojada en el agua,
expande los dolores como en ondas concéntricas.
Y tú, mal que me pese, estás en la de dentro.

Y así pasan las horas de este domingo extraño
sin paseo, sin perro, sin nietos, sin amigos,
en la montaña rusa que de golpe me lanza 
al más profundo abismo desde el sueño más dulce. 
Y sin contemplaciones me asesina.