domingo, 6 de diciembre de 2009

DERECHOS

La democracia funciona con la libertad, no con la imposición;
facilitando el que se pueden ejercer los derechos y no limitándolos.
Antonio María Rouco Varela

El otro día oí estas palabras en la radio pronunciadas por Rouco Varela. Estaba desayunando y de la impresión se me atravesó un trozo de galleta de cereales en la garganta. ¡Por fin! pensé. ¡Por fin ha comprendido el Presidente de la Conferencia Episcopal que la ley del aborto no obliga a nadie a abortar ni la del matrimonio homosexual me va a imponer que me case con mi vecina! Sólo van a facilitar que se puedan ejercer esos derechos. ¡Bueno, más vale tarde que nunca! Aunque después de las manifas que han montado en los dos casos, me costaba creer la rectificación. Pero lo había dicho, yo lo acababa de oír. Estuve pendiente de las noticias de la hora siguiente esperando que lo repitieran. Y sí, lo repitieron. Volví a oír la frasecita en cuestión en boca de Rouco Varela. Pero como esta vez ya estaba preparada, no me atraganté y pude escuchar la continuación. Monseñor se refería al derecho de los padres católicos a educar a sus hijos en dicha religión.

Y es que hay derechos y derechos. No es lo mismo el derecho de los padres católicos que los de las mujeres y los homosexuales, dónde va a parar. Y, por supuesto, no es lo mismo el derecho de los padres católicos que el de los padres laicos -padres de niños que ni siquiera están bautizados ¡angelitos!- a que sus hijos sean educados en la laicidad. Hasta ahí podíamos llegar; los padres laicos que paguen un colegio privado laico en lugar de llevar a sus hijos a uno público -o concertado- que pagamos todos.

Leo que el año 2008, en este Estado laico -según lo define la tan cacareada Constitución- el gobierno socialista y comecuras invirtió 5.057 millones de euros en la financiación de las actividades de la Iglesia Católica, de los cuales unos 3.500 se fueron en subvenciones a los cerca de 2.400 colegios religiosos concertados. Eso es laicidad y lo demás son tonterías, sí señor. Lo de la Constitución también es curioso, igual sirve para un roto que para un descosido, cada uno la invoca para lo que le conviene y olvida alegremente los artículos que no le convienen.