lunes, 5 de diciembre de 2011

FE


La muerte no me llena de tristeza,
las flores que saldrán de mi cabeza
algo darán de aroma.
(Javier Krahe El Cromosoma)

Hace tiempo creía
en un Ser poderoso que me amaba
y era reconfortante pensar que las tristezas
tenían un provecho, incomprensible
para mi limitada inteligencia,
pero esperanzador:
por lo visto, todo era por mi bien.

Estaba protegida
por los divinos brazos, mientras otros
-desdichados impíos-
tenían que jugársela a una carta,
luchar contra el destino
sin más ayuda que sus propias fuerzas.

Me dijeron también
que esto no se termina con la muerte,
-por si alguien pensara en el suicidio-
que nos viene otra vida,
eterna, para colmo,
sin dolor y sin hambre ni injusticias
ni enfermedad ni guerras,
siempre que confiemos en la Misericordia.

Largo me lo fiaban los profetas.

Sucede, sin embargo, a estas alturas
que está una tan cansada
de ver alrededor calamidades
que no es que ya no crea -¡Dios me libre!-
sino que me estremece pensar en otra vida;
eterna, para colmo.