...el surtido de líneas irregulares grabadas en la piel de tu rostro son letras del alfabeto secreto que narra la historia de quién eres...
(Paul Auster, Diario de Invierno)
Me miro en el espejo y me pregunto
en cuál de mis arrugas se agazapa
este absurdo deseo que a mi pesar me empuja,
tan ciego y tan inmune a los dolores
del cuerpo y del espíritu.
¡Resulta tan patético cuando mira al futuro,
vestido de vaqueros,
como si fuera a vivir eternamente!
Contra todo pronóstico
hace planes para comerse un mundo
que ya me ha devorado hasta las trancas.
Es muy de agradecer que no se fije
en los surcos que nacen en mi boca
dibujando una mueca de tristeza
ni en mis labios
que, si algún día fueron tentadores,
hoy son una sonrisa medio muerta
que ya no engaña a nadie.
Y que haga oídos sordos a mis gritos
de miedo e impotencia,
al crujir de mis huesos,
y me obligue a avanzar contracorriente.
No sé de dónde viene este insensato anhelo
de seguir, aun a costa de dejarme
la piel en el intento,
que agarrota mi brazo cuando quiero
izar bandera blanca,
rendirme dulcemente a la derrota.