Me purifica el mar de pensamientos tóxicos
y las células muertas se desprenden del alma
dejándome la piel como de niña.
La sal escuece en las heridas nuevas
para borrar los restos de amargura.
Ahora ya estoy dispuesta a la caricia
del sol y de la espuma;
me dejo desnudar por las manos del viento
y renazco de nuevo de mis propios despojos.