Todavía me quedan, entre versos
que nunca te escribí,
unos besos perdidos apenas sin usar,
en buen estado.
Y son de buena ley,
de los que no se agrían con los años,
aunque pueden guardar
un antiguo regusto a despedida,
cierto aroma a sarmiento y resonancias
de roble y de derrota
que duran en la lengua
cuando en algunas noches
quema la soledad.