martes, 4 de abril de 2017

LA MISMA MUJER

Conocí a una mujer
que solía vivir entre palabras.
Con frecuencia
se encontraba a sí misma en los versos de otros
que escondían
una emoción idéntica a la suya;
entonces comprendía que no estaba tan sola
y nacía un poema de amor o de fracaso
o de los que pretenden denunciar la injusticia,
que quizá alguien leía y se cerraba el círculo.

No era una mujer triste, mas la vida
la había golpeado con dureza
-más que a algunos y menos que a muchísimos-
y ella enseñaba al mundo
sus heridas sangrantes
y algunas cicatrices poco estéticas.

Sin embargo la noche le borraba
a esa mujer el rictus de amargura;
cuando el cielo lucía su vestido de sangre
volvía a renacer de sus cenizas.
dos gintonics más tarde no existía el reloj;
el llanto de metal de un saxofon,
el bronco rasguear de un contrabajo,
la mirada sin luz de un tal Ray Charles
cantando What'd I say para ella sola
lograban el prodigio.
Estrenaba de nuevo la risa y los abrazos,
la charla y los amigos,
las ganas de vivir y ese deseo
un punto inconfesable.
Volvía a ser mujer en carne viva.

Esa mujer ahora está enterrada
bajo una espesa capa de dolor,
de miedo, de impotencia,
de inmensa compasión y desaliento.

Sus amigos le dicen que debe protegerse,
racionar la tristeza, al fin y al cabo
ya no es problema suyo,
como si una firma ante notario
pudiera transformar la realidad.
No pueden entender que esa mujer
nunca supo vivir de otra manera
y que la intensidad que derrochaba
las noches de gintonics, de charlas y de besos
es la misma que ahora la sostiene.