lunes, 27 de agosto de 2018

CUANDO LO PIENSO

Cuando pienso lo poco que me queda
—quiero decir, de vida que merezca tal nombre—
antes de que me invada una decrepitud definitiva
si la muerte no viene a remediarlo,
cuando lo pienso, digo, me reafirmo
en que no me interesa casi nada.

Diréis que soy un monstruo de egoísmo,
pero es que ya no creo en causas imposibles,
me hastían casi todos los discursos
y me importan un bledo las banderas
y las luchas estériles cargadas de soflamas
tan falsas y mezquinas. Solo quiero
ver crecer a mis nietos,
perderme entre las líneas de algún libro,
tomarme un par de copas con amigos
y, si fuera posible,
pasar contigo algunos buenos ratos
engañando a los años con las manos cogidas,
decir que nos querremos para siempre
—ahora que “para siempre” es un plazo tan corto—,
dejando las maletas olvidadas,
como si nada hubiera sucedido,
como si todo comenzara ahora.