miércoles, 13 de mayo de 2020

MASCARILLA

Salí a la calle con la mascarilla
decidida a tomarme algunos vinos,
compartir unas tapas y, aunque canto fatal,
cantar esa canción que era tan nuestra
antes, en la otra vida. Iba contenta,
pero enseguida vi que no podía
beber ni degustar los caracoles
que sirve el Amadeo y que mi voz se ahogaba
detrás de esa pantalla protectora.

Pero lo que es peor, era imposible
besarte con la puta mascarilla
y, para colmo, estabas a dos metros
y tampoco alcanzaban nuestras manos
ni a rozarnos el borde de las uñas.

Y no sé si esos ojos eran tuyos
ni si tras de la tela sonreíste.

Así que volví a casa a refugiarme
de esa normalidad demoledora,
tiré la mascarilla a la basura,
encendí un cigarrillo y después otro
cogí dos copas como si estuvieras
y serví un par de vinos;
choqué una contra otra
y me bebí las dos y, de propina,
me puse una tercera y una cuarta
para acabar por fin de emborracharme.

Y mirando llover por la ventana
una vez más soñé que nos besábamos.

(El dibujo es de Tulia Guisado)