martes, 9 de junio de 2020

AÑOS

Hay años que sería muchísimo mejor
habérselos saltado, dormir con la resaca
de aquella Nochevieja de uvas y champán
y no despertar más. Total ya da lo mismo
año más o año menos cuando ya no nos quedan
ni ilusiones ni sueños ni causas imposibles
por las que dar un grito ni dios al que rezar
porque hace mucho tiempo que dejó de existir.

Hay años que se tragan otros años,
que engullen en sus fauces la vida que vivimos, 
que nos borran las luchas, los amores
aquellos tan fugaces que fueron para siempre,
los números en rojo y los hijos pequeños
siempre con la pregunta está mamá
al volver del colegio; y siempre estaba
-dónde iba a estar, si no, que más valiera-.

Hay años que tan solo traen tristezas
y muertes y amenazas de más muertes,
hay años que una siente que quizá fue feliz
y no se daba cuenta aquellos años
en los que aún creía en los milagros
y a veces los milagros ocurrían.

Hay años que el dolor y la miseria
de tantos y de tantos y de tantos
se hacen dueños del mundo y una piensa
que no tiene derecho ni a quejarse
de lo que se dejó por el camino.
Al fin y al cabo tiene una casa y la suerte
de una cena caliente, aunque esté sola.

Qué más vas a pedir, te dices a ti misma,
según como está el patio. No vas a pretender,
encima, que te abracen y te quieran.