sábado, 20 de junio de 2020

DOMINGO

Un domingo apacible,
después de la comida con los chicos
regresas a tu casa. Te das cuenta
de que el vino se te ha subido un poco.

No importa, aquí no hay nadie,
reina esa luz ambigua
de las ocho cuarenta, aún no ha muerto la tarde.

El cielo se sonroja entre las nubes
mientras suenan los tangos de Marconi,
esos tangos sin letra,
bandoneón y piano, tan sensuales
que les puedes poner
las palabras que quieras, por ejemplo
la cogió tiernamente por los hombros desnudos,
que ahora leo en El año de la muerte
de Ricardo Reis, que me aconsejaste.

Y una siente la vida en todo el cuerpo,
otra vida distinta de ser madre y abuela,
con esta fronteriza luz de la atardecida
y un tango al que inventarle un poema de amor
aunque sea el peor que jamás se haya escrito.