sábado, 23 de mayo de 2020

CUANDO SEAMOS OLVIDO

Cuando seamos olvido, todo esto
que ahora nos parece el fin del mundo
será una pura anécdota,
un episodio más de nuestra vida.
Nuestros hijos
seguirán con las suyas y, si acaso,
nos echarán en falta en Navidades
a la hora de los brindis o tendrán un recuerdo
en nuestro cumpleaños. El amigo
−si es que para entonces queda alguno
y tiene la memoria suficiente−
recordará un instante de belleza,
una canción, un verso, algún abrazo
y quizá se le escape una indiscreta lágrima
que limpiará con cierto disimulo
sin dar explicaciones.

Cuando seamos olvido, amor, nada ni nadie
hablará de nosotros los dos juntos,
de ti y de mí reunidos
en un punto concreto del recuerdo.
Nunca nadie sabrá cómo te amaba
ni cuánto te soñé en mis soledades.
Y no habrá para mí un sitio en tus memorias
ni tu figurarás en mi pasado,
yo no tendré derecho ni a llorarte
ni tú podrás decir que me quisiste.

Cuando seamos olvido, amor, no existirá
la distancia, la noche,
la noche sin tu espalda a mi costado,
todo lo que nos dio un poco de vida
en la recta final de nuestra historia.

miércoles, 20 de mayo de 2020

NO QUIERO

No quiero que me roben la tristeza
y la cambien por rabia y por inquina
quiero llorar por todos esos muertos
que son míos y suyos y de todos
y quiero que mis lágrimas
no estén contaminadas
de su siembra de odio.

No quiero que me roben la conciencia
de todo ese dolor de los hambrientos
y lo tornen en asco y en arcadas
esos patriotas de guardarropía
que envenenan el aire
y que ensucian las calles
de esta tierra que amo.

No quiero que me roben la esperanza
de abrazar a mi gente,
de besar a mis hijos y a mis nietos,
de que vuelva el amor a emborracharme
sin que pueda enturbiarlo
su miseria mental y su veneno.

Tanto, tanto dolor que hemos pasado,
y tanta soledad, tanto silencio
en las cuatro paredes de las casas,
tanto esfuerzo común, para que ahora
vengan estos malditos a joderlo,
esta peste peor que cualquier virus.

De este no hay vacuna que nos salve.

miércoles, 13 de mayo de 2020

MASCARILLA

Salí a la calle con la mascarilla
decidida a tomarme algunos vinos,
compartir unas tapas y, aunque canto fatal,
cantar esa canción que era tan nuestra
antes, en la otra vida. Iba contenta,
pero enseguida vi que no podía
beber ni degustar los caracoles
que sirve el Amadeo y que mi voz se ahogaba
detrás de esa pantalla protectora.

Pero lo que es peor, era imposible
besarte con la puta mascarilla
y, para colmo, estabas a dos metros
y tampoco alcanzaban nuestras manos
ni a rozarnos el borde de las uñas.

Y no sé si esos ojos eran tuyos
ni si tras de la tela sonreíste.

Así que volví a casa a refugiarme
de esa normalidad demoledora,
tiré la mascarilla a la basura,
encendí un cigarrillo y después otro
cogí dos copas como si estuvieras
y serví un par de vinos;
choqué una contra otra
y me bebí las dos y, de propina,
me puse una tercera y una cuarta
para acabar por fin de emborracharme.

Y mirando llover por la ventana
una vez más soñé que nos besábamos.

(El dibujo es de Tulia Guisado)

sábado, 9 de mayo de 2020

UNA MUJER CAMINA

Una mujer camina. Al salir del portal
ha mirado la hora, se asegura
de que empieza su turno,
el que le han asignado por razones de edad.
Lleva todo el equipo –la escafandra
y esos guantes azules- para que nadie piense
que es una irresponsable insolidaria.

Ha dejado la cama sin hacer,
-y qué más da, si aquí no viene nadie-
en la cocina queda
una taza manchada de café,
“Eres la mejor abuela del mundo
entero”, tiene escrito.

Camina a paso rápido, apenas sin mirar
que han plantado macizos de rosas en el parque,
llega hasta el campo, cruza
el pequeño riachuelo que separa
las amapolas blancas, las matas amarillas,
y los humildes cardos florecidos.

En el estanco compra un cartón de tabaco,
de algo hay que morir. Recuerda que le faltan
aceite, leche, huevos, patatas y champú.

Al regresar a casa,
por detrás de las gafas se ha encontrado una lágrima
por los sueños que no puede soñar
y un beso que se ha muerto contra la mascarilla.

Ahora se arrepiente
de esa debilidad, el desahogo
de haber dejado escritas
cosas que no debía, como en un testamento
que ya no importa a nadie;
no ha nombrado albacea ni notario
que repartan sus bienes intangibles,
esos que le pesaban tanto en el corazón.

Seguro que hoy tampoco ordenará los libros.

viernes, 1 de mayo de 2020

TODO VA A SALIR BIEN

Ya le he perdido al tiempo la medida,
no sé cuánto ha pasado desde entonces,
cuando nos despedimos en el metro,
pero sé que soy otra más anciana y más triste,
que se me han caído encima muchos años
sé que casi no sueño y que los días
no son largos ni cortos, son absurdos,
sin principio ni fin, sin domingos ni lunes,
solo escuchar las cifras y alegrarme
de que haya menos muertos
sin preguntar sus nombres.

Hay mañanas que lloro
porque el cielo está azul, porque los perros
corretean enfrente por el parque
o también porque llueve y está oscuro
o porque han florecido las mimosas.
Lloro por cualquier cosa, así a lo tonto.
Pero está muy mal vista la tristeza,
todo va a salir bien, repiten como un mantra.

Y lo peor de todo es la costumbre,
esa resignación de todo el cuerpo
a perder el deseo y los instantes,
a morirnos despacio, a que la vida, 
esa pequeña vida que era nuestra
y que nos alegraba dulcemente,
ese pequeño lujo de querernos un rato
para volver después a la rutina
aún con la sonrisa dibujada en la boca,
ese pequeño lujo, como la primavera
también nos lo han robado.

domingo, 26 de abril de 2020

A MI HIJO JAIME EN SU TREINTA Y SEIS CUMPLEAÑOS

No sé cómo decirte, vida mía,
que este año no puedo
asistir a la cita ni llevarte
las flores más hermosas.
No lo vas a creer, pero esta vida
que dejaste hace tanto, mucho antes
de lo que toda lógica marcaba,
ya no es aquella vida que conoces.
El mundo está hecho añicos, la tristeza
y ese miedo a un futuro amenazante
de pobreza y de hambre
son los únicos reyes de la tierra.

A ver si soy capaz, cómo explicarte
a ti que siempre fuiste
la alegría hecha niño,
que estoy presa en mi casa,
que ya no corren niños por los parques
que la gente se mira con recelo
con la boca tapada por un paño
en las calles vacías,
que ahora solo hablamos a través
de una triste pantalla,
que hasta nos han robado los abrazos,
que han partido el amor en dos mitades,
que nos ha caído encima una nube negrísima
cargada de dolor, de incertidumbre.

No te vas a creer, cariño mío,
lo que nos ha pasado, tú que fuiste
la explosión de la vida y la sonrisa,
el motor de mis días más oscuros,
la mirada más pícara y más dulce,
no creerías jamás
que este mundo que te ibas a comer
de repente, mi amor, se ha derrumbado.

Y fíjate, mi vida, lo que voy a decirte
ahora que eres un hombre:
por vez primera en este tiempo eterno
−ya son veintiocho años
los que hace que te fuiste−
no quisiera tenerte aquí a mi lado,
Porque no quiero verte prisionero,
porque no quiero mutilar tus sueños
ni que nadie te robe de nuevo la niñez.

Porque te quiero libre para siempre,
feliz y sonriente, tal como te recuerdo.

viernes, 24 de abril de 2020

EL PARQUE

Veo el pequeño parque inaccesible
enmarcado detrás de mi ventana,
nadie pisa la hierba
que esta mañana brilla
bajo este sol prohibido;
han plantado petunias
rosas, blancas y azules.
Solo hay un par de perros,
libertad vigilada.
Y unos pájaros grandes
que parecen sacados
de aquel guión de Hitchcock.

Yo me tomo el café
muy despacio, sin prisas,
mientras dan en la radio
las cifras de la muerte,
las cifras del dolor y las del hambre
y pasa un autobús
repleto de fantasmas invisibles
guardando metro y medio de distancia.

De verdad que quisiera escribir otra cosa,
como que esto se acaba ya muy pronto
y volverá una hermosa madrugada
y esto será un mal sueño, una película
de terror que se olvida
con un trago de vino y un abrazo.
Que volverá la vida y la sonrisa,
y que otra vez podremos
soñar con el amor,
ese veneno dulce que nos salva.

domingo, 19 de abril de 2020

DESPERTAR

Entra en mi habitación, por las rendijas,
una luz suave, así como de plata,
y un silencio de sábado algo enfermo
solo roto por la conversación
que se traen entre manos los pájaros del parque
y algún ladrido de un perro afortunado.

Yo no miro la hora, no me importa,
quiero seguir aquí, envuelta entre las sábanas,
dejándome llevar por esta sensación de plenitud
que han traído a mi lecho tus palabras,
por esta ligereza que me invade,
soy igual que una hoja llevada por el viento
a ese tiempo que nos han robado,
a esa recta final de nuestras vidas
que este extraño enemigo
quiere arrancar de cuajo.

Ya ves qué tontería, de repente despierto
en un campo que huele a lavanda y tomillo,
pintado de colores de jaras y retama,
con mi perro bajo una lluvia fina,
limpiándome de miedos y negruras,
empapando mi cuerpo de esperanza,
abrazando a la vida de tu mano.

Hoy despierto curada de ese puño
que apretaba mi pecho hasta ayer mismo
y dejo a tu palabra recorrerme
igual que una caricia interminable.
Hoy despierto liviana como un papel en blanco
donde escribir amor más de mil de veces.

martes, 14 de abril de 2020

UNA PELÍCULA

He visto una película muy rara,
yo diría que casi surrealista, transcurría
en un planeta extraño cuyo nombre era Tierra,
donde había países y ciudades
con gentes por la calle,
gentes que caminaban a cara descubierta,
que hablaban entre ellos cuando iban
a la panadería y a comprar una cosa
que llamaban ”periódico”
y unos seres pequeños
jugaban en los parques, se reunían
en una escuela grande con pupitres,
allí aprendían cosas imposibles:
-matemáticas, lengua, geografía,
historia, democracia, justicia, convivencia-
de boca de una “profe” y no en una pantalla.

A esos seres absurdos les gustaba juntarse
en locales cerrados, a tomar un brebaje
del color del rubí o del oro fundido
y a reírse por nada, solo por estar juntos.

Y todo sucedía en un tiempo prehistórico
del que ya no hay memoria. Las personas
tenían la costumbre de abrazarse
-un peligroso gesto; es que vivían
al mismísimo borde del abismo-
y hasta los más osados acoplaban sus bocas
como si fueran moldes la una de la otra,
como si no pudieran despegarse,
enlazaban sus manos, se decían
algunos disparates increíbles
en un lenguaje antiguo:
se decían te quiero.

sábado, 11 de abril de 2020

APLAUSOS

Las ocho menos cinco
y ya empiezan a oírse los aplausos,
la gente tiene ganas de aplaudir
aunque se haya olvidado de por qué,
de si es por los que luchan en la primera línea
o porque se han creído eso de que son héroes
se aplauden a sí mismos
o simplemente buscan un señuelo,
cinco escasos minutos en que sienten
que no están absolutamente solos.

Saludan con la mano a esa mujer
que sale cada tarde a la ventana
de la casa que queda al otro lado
del parque y que parece
que tiene algún problema,
no se distingue bien qué le pasa en la mano
pero toca las palmas con dos platos
de barro o algo así. Después la policía
desfila por el pueblo con sus coches,
las sirenas gritando,
ellos también requieren su homenaje.

Un incierto ritual que cada tarde,
con los rojos brillantes de la puesta de sol,
celebra el simple hecho de estar vivos,
se olvida del dolor unos instantes,
se aferra a una esperanza de estadística,
a unas cifras sin nombre:
ayer solo murieron quinientas diez personas.
Esto va bien. Saldremos adelante.