jueves, 15 de mayo de 2008

HORRORES

Desde el día 3 de mayo, cuando se enfureció el viento a su paso por Myanmar -antes llamado Birmania, sin que el cambio de nombre acarreara un cambio de régimen, pues desde 1962 es el que a la junta militar le sale de sus partes, a pesar de que en 1990 convocó y perdió unas elecciones cuyos resultados se pasó por el forro- desde el pasado día 3, decía, han caído tantos desastres -naturales unos, provocados otros- sobre este planeta que una ya va creyendo que el Apocalipsis se acerca.

Todavía no se nos había borrado esa mueca, mezcla de dolor, asco e incomodidad, que se nos dibuja cuando la tele nos planta los cadáveres en medio de la cena, y ya nos llegaba la noticia de que un grupo que se denomina a sí mismo con palabras tan hermosas como "Justicia" e "Igualdad", había puesto una bomba en Jartum que dejaba doscientos muertos. Doscientos muertos igual de muertos que los nuestros del 11-M, con padres, con madres, con maridos, con mujeres, con hijos, con proyectos. Doscientos muertos, lejanos, pero muertos. Y dos días más tarde se nos atraganta la tostada del desayuno con la noticia del terremoto en China, que ha sepultado ciudades enteras.

En medio de todo este horror, reaparece ETA a poner su granito de arena y recordarnos que ella se encarga de que la muerte también tenga rasgos occidentales, incluso acento andaluz o melillense, el de un guardia civil de 41 años llamado Juan Manuel Piñuel; el de un hombre que quiso acortar el tiempo para volver a su tierra pidiendo el destino al País Vasco. Ha vuelto, pero muerto. Y ha concentrado en su cuerpo todas las muertes que esos cerdos intentaban provocar al poner una bomba, a las cuatro de la mañana y sin avisar, en una casa cuartel.

Los políticos, impotentes, se observan unos a otros, formulan las condenas de rigor, que suenan como una salmodia, y se ofrecen colaboración, mirando de reojo al electorado. Yo soy muy escéptica en cuanto a la sinceridad de esa colaboración pero también en cuanto a su eficacia. Porque aquí llevamos más de treinta años diciendo las mismas cosas mientras enterramos a los muertos, que si la democracia, que si la libertad, que si al final ganaremos, que si yo que sé...Se ha intentado todo, desde la mano dura hasta el talante, pasando por la guerra sucia, la Ley de partidos, la ilegalización de HB, pacto de Ajuria-Enea, pacto de Lizarra, etc... pactos diversos y negociaciones varias, con uno u otro nombre; incluso se ha negociado no con ETA sino con el llamado Movimiento Vasco de Liberación (Ansar dixit). Y todo ha resultado inútil para sanar esta lacra del estado de derecho, que no acaba de matarnos pero que se ha cronificado y ya casi consideramos inevitable. Al menos yo, francamente, no soy optimista. Tan sólo aspiro a que unos y otros tengan la decencia de no utilizarlo políticamente. Creo que no es mucho pedir.

Además, el goteo incesante, que ya es un chaparrón, de los asesinos de mujeres; ¿cuántas van ya?. Y ese nuevo goteo que también arrecia cada día más de los pederastas.

Definitivamente, Lennon era un soñador.

IMAGINE ALL THE PEOPLE
LIVING LIFE IN PEACE...