sábado, 11 de abril de 2009

PUNTOS Y COMAS

Hay autores cuya lectura provoca en mí una esquizofrenia; me divido entre el asombro y el placer que me produce la literatura químicamente pura y la frustración de saber con absoluta certeza que nunca seré capaz de escribir. Eso me ocurre, por ejemplo, con Cortázar, al que una especie de masoquismo me empuja a releer una y otra vez y siempre descubro algo que se me había escapado en ocasiones anteriores. Leo cosas como "Antepongo minuciosamente las palabras a la realidad que pretenden describirme, me escudo en consideraciones y sospechas que no son más que una estúpida dialéctica" y me veo retratada en mi ridícula pretensión de escribir. Me digo dónde vas con tus puntos y tus comas y tus puntos y comas, todo tan colocadito en su sitio, intentando evitar rimas internas o repeticiones y buscando sinónimos, cuando la vida es un puro desorden, un caos inacabable que se repite eternamente y casi nada está colocado en su sitio. Siempre que hago un repaso a este blog, aparte de revivir hechos o momentos personales o colectivos que ya son como flores marchitas prensadas entre las páginas de un libro, me quedo con la sensación de que las palabras se atascaron en algún recoveco del pensamiento, enfajadas en la corrección, en la gramática o en la sintaxis y no transmitieron ni la décima parte de lo que quería decir o transmitieron otra cosa completamente distinta.

Una quisiera coger las palabras con las manos, amasarlas, revolverlas, mezclarlas como un guiso, doblarlas sobre sí mismas hasta el infinito y conseguir que aparezca una pajarita de papel diminuta que eche a volar y se pierda en el agujero negro de los sueños, o un plato agridulce con sabor a ternura, a dolor, a risa, a descontrol, a alcohol, a deseo absurdo e irracional, a ilusión, a me quiero morir, a quiero vivir. Palabras que puedan abrazar o golpear en el centro mismo de la cosa esa que es la vida de cada uno. Buscar -y encontrar-
un adjetivo inspirado y posesivo que te arañe el corazón. Palabras como música de bolero que junta los cuerpos intentando juntar las almas, palabras de tango desgarrado que esconde el propio llanto en el llanto prefabricado de un culebrón. Una quisiera que sus palabras brotaran como notas de música del saxo de Charlie Parker que, como la vida, no la entiende ni dios, pero engancha quién sabe por qué.

La vida no tiene puntos ni comas ni punto y coma ni puntos seguidos ni puntos y aparte; o los tiene en un lugar absurdo, que no viene a cuento porque la frase todavía debía continuar. La vida no se detiene nunca aunque a veces quisiéramos pararla, no te vayas de aquí, tenemos toda la vida. Pero no tenemos toda la vida, tenemos sólo hasta el siguiente punto y aparte, en el que habrá que volver a empezar desde cero. Y otra vez inventar una nueva frase, un párrafo potente que no contenga repeticiones ni rimas internas y que, al mismo tiempo, mantenga el interés del argumento.