lunes, 3 de mayo de 2010

LA NIÑA BIEN

En un año que has estado
casada, pechos hermosos,
amargas encontraste
las flores del matrimonio.

(Jaime Gil de Biedma. Las personas del Verbo. "A una dama muy joven, separada")

Cuando se soltó el pelo la niña bien
ya no era niña, y bien, a duras penas.

Le quedó tan estrecho el vestido de novia
que tuvo que tirar
por la calle de en medio, no sin antes
pasarse por el Monte
a empeñar el anillo de pedida,
los cubiertos de plata y algún sueño
que, según le informara el funcionario,
era de pacotilla y sin contraste.

Dejó atrás
un guión previsible de futuro imperfecto
con dos niños o tres, una carrera
profesional consorte de brillante ingeniero,
director general o algo más gordo,
y un chalet con piscina y con gimnasio
para poner en forma la tristeza.

En ciertos mentideros, la niña bien
pasó de santa a puta en lo que canta un gallo;
los novios sin papeles
y los números rojos mostrando sus vergüenzas
la dejaron de golpe
con la reputación hecha unos zorros.

Y sin otra salida decorosa
aquella niña bien,
después de probar suerte en la política,
tuvo que dedicarse a escribir versos
que, al fin y al cabo,
es cosa de respeto.