De tanto como tiene que decir
no dice nada
tendría que inventar un alfabeto,
un lenguaje de signos para sordos
que no quieran oír algo distinto
del ruido de sus tripas.
Las palabras no sirven para nada,
tan correctas, tan simples, tan inútiles,
si la verdad no existe
porque existe tan solo lo que duele,
lo que le duele a cada cual, digamos
que según cómo y cuándo lo reciba.
El silencio tampoco es el remedio,
tan solo es la defensa a la invectiva,
sin que corra la sangre;
dejar para mañana -¡qué pereza!-
la desnudez obscena del fracaso
e inundar la tristeza de gin-tonic.
Y esperar que mañana no amanezca
-¡si cayera esa breva en esta noche...!-
fumar un cigarrillo y después otro,
mirar por la ventana las luces de la calle,
escuchar el camión de la basura
y el aspersor que riega los jardines.
Porque llorar es demasiado lujo.
no dice nada
tendría que inventar un alfabeto,
un lenguaje de signos para sordos
que no quieran oír algo distinto
del ruido de sus tripas.
Las palabras no sirven para nada,
tan correctas, tan simples, tan inútiles,
si la verdad no existe
porque existe tan solo lo que duele,
lo que le duele a cada cual, digamos
que según cómo y cuándo lo reciba.
El silencio tampoco es el remedio,
tan solo es la defensa a la invectiva,
sin que corra la sangre;
dejar para mañana -¡qué pereza!-
la desnudez obscena del fracaso
e inundar la tristeza de gin-tonic.
Y esperar que mañana no amanezca
-¡si cayera esa breva en esta noche...!-
fumar un cigarrillo y después otro,
mirar por la ventana las luces de la calle,
escuchar el camión de la basura
y el aspersor que riega los jardines.
Porque llorar es demasiado lujo.