(Madonna negra con gemelos Vanessa Beecroft, Museo Guggenheim Bilbao)
Yo podría, quizá,
escribir un poema sobre el hambre
que tal vez revolviera las conciencias
y acaso me brindara algún aplauso
si lograra esmerarme
y le imprimiera el conveniente ritmo.
Podría, sí, lo mismo que la artista
ha elegido con mimo el rojo exacto,
ha colocado el pliegue de la tela,
el ángulo correcto de tu cuello,
el contraste del blanco de tus uñas,
el fragmento de pie que asoma por el borde
y el punto donde debe perderse tu mirada.
El ébano tallado de ese trono,
a juego con tu piel,
no es el suelo de tierra donde yaces de noche;
esos hijos famélicos, prestados por su precio,
dibujan la adecuada simetría
de un artístico encuadre.
Está todo perfecto.
Sólo quiero, Madonna, saber si tu posado,
si la obra de arte fruto de tu tragedia
te ha dado de comer un par de días
y ha librado a esos niños de la muerte.