martes, 13 de noviembre de 2018

A DESTIEMPO

Apareces ahora, cuando ya este camino
se acerca sin remedio al último recodo,
cuando solo nos quedan los recuerdos
de lo que hemos vivido cada uno en su mundo.

No compartimos juntos el rumbo de la historia,
ni en las posguerras ni en las transiciones
ondeamos banderas semejantes,
no nos unió la cárcel ni los himnos
ni la derrota cruel ni la triste victoria;
habíamos nacido en trincheras opuestas
y yo llegué muy tarde a casi todo.

Tú no estabas entonces, cuando yo sucumbía,
cuando se abrió la tierra debajo de mis pies
aquel mes de septiembre del año de la Expo,
cuando me daba golpes de impotencia y de rabia
contra cualquier pared imperturbable.

Tú no estabas entonces y yo tampoco estaba
cuando toda la muerte se agazapó en tu cuerpo
y el miedo y la tristeza entraban en tus venas
en noches de hospital; tampoco eran mis besos
los que echabas de menos, ni mi mano en la tuya
tirando de la vida contra todo pronóstico.

Yo no tuve tu abrazo para que me abrigara
en mis noches heladas ni mi cuerpo recuerda
la huella de tus dedos arrancando gemidos
ni tu lengua lamiendo mis heridas antiguas.

No hay nada en la memoria que nos una;
ni una canción ni un beso ni un paisaje
ni los juegos de niños ni las noches
de amor enfebrecido de nuestros cuerpos jóvenes.

No hay nada que nos una en el pasado
y el futuro, ya ves, se nos escapa.