Acababa de publicar un post y se me ha perdido en los abismos de internet. Era un post raro, tan raro que no tenía título. Cuando lo he querido editar para ponerle el título ha desaparecido del mapa virtual; no importa, algunas cosas es mejor que se vayan por el desagüe de la conciencia. En realidad me había sentado sin saber muy bien lo que quería escribir. O sabiéndolo, pero sin querer decirlo. Las cosas cuando se ponen por escrito adquieren una entidad que quizá no tienen mientras no se verbalizan o se escriben.
La cosa es que por esas extrañas simas se ha perdido la contradictoria sensación de ser a la vez espectadora y protagonista -o al menos una actriz de reparto de cierta importancia- de la misma película. Las gentes del cine cuentan que cuando ruedan una película, muchas veces no conocen el resultado final ni saben como encajan sus escenas con las de los demás personajes. Sólo el director, el guionista y el prota-prota que sale en todas las escenas conocen la historia entera. Algunos, como Woody Allen o Clint Eastwood, asumen las tres funciones como dios, uno y trino; y en cada secuencia, según con cuál de los personajes actúen, representan un papel distinto. Los demás se limitan a interpretar su trocito de guión, la piececita del puzle que luego acaba encajando en su sitio.
Esto en el cine parece que funciona. Pero en la vida real, cuando cada uno de los personajes no conoce la historia entera, corre el riesgo de quedarse sólo en eso, en un papel mejor o peor representado. Ocurre que cuando a alguien le ofrecen el papel de su vida, ese con el que soñaba cuando sólo le ofrecían mediocridades para ir tirando, pone todo su empeño en que le salga bien, en que la película sea un éxito de crítica y público y, sobre todo, en que el director siga contando con él para la película entera de su vida. Y puede pasarse de revoluciones y creerse con derecho a tener un papel en todas las películas. Pero hay guiones en los que no cabe todo el mundo, todos los personajes están cogidos y ya no hay más papeles. Y no se puede cambiar el guión, ni crear más personajes porque entonces sería otra película.
Los actores no deben ir a ver esas películas en las que no había un papel para ellos; pueden salir del cine llorando y con muy mal cuerpo. Es mejor que se centren en la suya y procurar que tenga un final feliz.
La cosa es que por esas extrañas simas se ha perdido la contradictoria sensación de ser a la vez espectadora y protagonista -o al menos una actriz de reparto de cierta importancia- de la misma película. Las gentes del cine cuentan que cuando ruedan una película, muchas veces no conocen el resultado final ni saben como encajan sus escenas con las de los demás personajes. Sólo el director, el guionista y el prota-prota que sale en todas las escenas conocen la historia entera. Algunos, como Woody Allen o Clint Eastwood, asumen las tres funciones como dios, uno y trino; y en cada secuencia, según con cuál de los personajes actúen, representan un papel distinto. Los demás se limitan a interpretar su trocito de guión, la piececita del puzle que luego acaba encajando en su sitio.
Esto en el cine parece que funciona. Pero en la vida real, cuando cada uno de los personajes no conoce la historia entera, corre el riesgo de quedarse sólo en eso, en un papel mejor o peor representado. Ocurre que cuando a alguien le ofrecen el papel de su vida, ese con el que soñaba cuando sólo le ofrecían mediocridades para ir tirando, pone todo su empeño en que le salga bien, en que la película sea un éxito de crítica y público y, sobre todo, en que el director siga contando con él para la película entera de su vida. Y puede pasarse de revoluciones y creerse con derecho a tener un papel en todas las películas. Pero hay guiones en los que no cabe todo el mundo, todos los personajes están cogidos y ya no hay más papeles. Y no se puede cambiar el guión, ni crear más personajes porque entonces sería otra película.
Los actores no deben ir a ver esas películas en las que no había un papel para ellos; pueden salir del cine llorando y con muy mal cuerpo. Es mejor que se centren en la suya y procurar que tenga un final feliz.