sábado, 25 de octubre de 2008

HOMBRES QUE SE MOJAN

Lo he oído por la radio y de repente he vislumbrado un rayo de esperanza. ¿Un movimiento de hombres contra la violencia machista? ¿Eso existe? Tengo que ir a verlo, me he dicho a mí misma.

Pensaba pasarme la tarde tirada en el sofá, pero a las seis y media había terminado una película de Steve McQueen y Natalie Wood, absolutamente rompedora para la época -primeros sesenta- en la que la protagonista se queda embarazada en una noche loca -¡quién no tendría una noche loca con Steve!- y se niega a casarse con él porque presiente que solo lo hace por cumplir. Me he levantado del sofá, me he calzado unos vaqueros y me he ido a Atocha para no perderme un espectáculo que hoy todavía resulta exótico y marginal -cuatro calzonazos y unos cuantos maricones, habrán pensado algunos- pero que yo respeto y aplaudo porque ya era hora de que los hombres se empezaran a implicar en esta cuestión, que es de todos. Cuando yo era secretaria de igualdad de mi agrupación socialista -creo que en su momento conté que había dimitido y ya ni siquiera soy militante- puse todo mi empeño en que los compañeros varones -que no barones- del partido hicieran suyo el problema y participaran en la lucha. No conseguí nada, porque los pocos que se mojaron lo habrían hecho igual sin mí y los que no se mojaban siguieron sin mojarse. Nunca he sido partidaria de ese feminismo excluyente que no cuenta con los hombres, creo que cae en los mismos errores que el machismo; al fin y al cabo, no deja de ser sexismo. La igualdad es una cuestión de justicia y de sentido común y ahí debemos estar todos. Pero, como el racismo, todavía no está interiorizada en la sociedad, todavía se hacen chistes machistas con los que, además, se parten de risa muchas mujeres. Si alguien hace un chiste sobre la pederastia o el terrorismo, la gente se escandaliza; sin embargo es muy bien recibida una gracieta a costa del maltrato a las mujeres. Ayer, sin ir más lejos, una compañera del curso de corrección que estoy haciendo, joven y universitaria, se asombraba e incluso se indignaba -dicho por ella misma, no me estoy inventando nada- por que la Academia haya reconocido el femenino de las profesiones. ¿Cómo querrá que las llamen? ¿"Arquitecto hembra", como a los buitres? Es una tontería, qué más dará, locuras de feministas radicales, esas chifladas, dónde vamos a parar.

Pues hoy he visto a unos tíos como castillos desgañitándose contra el machismo. Un poco despistados, sí. Mezclando temas, también. Pero con voluntad de cambiar las cosas, de unirse a una lucha que intuyen que también les beneficia, porque con una convivencia en igualdad ganaremos todos, dejaremos de ser adversarios para ser cómplices. Confieso que me ha conmovido oírlos corear cosas como "el machismo está en nosotros mismos" o "no tenemos derecho a tantos privilegios", "se va a acabar, se va a acabar la dictadura patriarcal", "violencia familiar, fascismo en el hogar". También cantaban "Manolo, Manolito, la cena tú solito" y a alguien se le ha ocurrido cambiarlo por "Mariano, Marianito"... en fin, muchas risas, pero yo creo que el machismo es transversal, que todos y todas lo hemos mamado y no entiende de ideologías; va a costar un güevo quitarnos esa caspa de encima. Por cierto, hablando de güevos, también cantaban "no te los toques, fríelos".

No había muchos, esa es la verdad, pero los suficientes para armar el taco en la calle de Atocha, con buen rollo, con una orquesta de jazz que animaba el cotarro. Se lo han montado bien.

Bienvenidos al club, chicos.