No se muy bién qué es esta cosa de la amistad, ni por qué surge con algunas personas y con otras no. Pero creo que es algo que no requiere de grandes aspavientos ni de demostraciones aparatosas para poder reconocerla. Aunque en España tenemos una sociedad excesivamente delimitada por diversos factores como la edad, el sexo o el entorno social, también creo en la amistad entre personas a las que separen muchos años, muchos kilómetros, distinto sexo o diferente ámbito sociocultural. Es algo que, básicamente, nos permite estar cómodos, ser como somos o como estamos en cada momento y no poner cara de nada. La amistad no juzga sino respeta, no invade sino acompaña. A veces habla y otras veces calla, a veces escucha y otras, simplemente, está ahí. Pregunta lo justo, no somete al tercer grado de interrogatorio a nadie y no se acuerda de las contradicciones, tú dijiste que... ¡yo qué sé lo que dije!
Sobrevive a la distancia y al tiempo, aunque eso no quiere decir que siempre sea eterna; tristemente, hay amistades que se disuelven en este trajín que es la vida sin que eso signifique que no fueran auténticas cuando existieron; lo fueron y, como a los amores que se acaban, no podemos borrarlas de un plumazo ni despreciarlas, porque en su momento tuvieron mucha importancia y ya forman parte de esa mezcla de emociones, de inquietudes, de miedos, de ilusiones, de miserias y grandezas de la que estamos hechos.
No hay que pedir a los amigos, a las amigas, que sean perfectos y no nos fallen nunca, porque nosotros tampoco lo somos y fallamos más que una escopeta de feria. Pero creo que, por lo mismo, tenemos derecho a que los amigos, las amigas, no tengan en cuenta las veces que no nos encuentran cuando nos buscan y a que no apunten en el cuaderno del alma el tiempo que hace que no los llamamos por teléfono. La vida de cada uno es un pequeño y enrevesado mundo que muchas veces nos supera y bastante hacemos con pelearnos con él sin salir muy perjudicados mentalmente, para estar pendientes de cumplir con unos y con otros.
No sé, pero algo me dice que la amistad es, sobre todo, confianza en el otro. Y ya se sabe que donde hay confianza, da asco.
Y hablando de amigas, felicidades a Almu, que esa sí que es una amiga.
Sobrevive a la distancia y al tiempo, aunque eso no quiere decir que siempre sea eterna; tristemente, hay amistades que se disuelven en este trajín que es la vida sin que eso signifique que no fueran auténticas cuando existieron; lo fueron y, como a los amores que se acaban, no podemos borrarlas de un plumazo ni despreciarlas, porque en su momento tuvieron mucha importancia y ya forman parte de esa mezcla de emociones, de inquietudes, de miedos, de ilusiones, de miserias y grandezas de la que estamos hechos.
No hay que pedir a los amigos, a las amigas, que sean perfectos y no nos fallen nunca, porque nosotros tampoco lo somos y fallamos más que una escopeta de feria. Pero creo que, por lo mismo, tenemos derecho a que los amigos, las amigas, no tengan en cuenta las veces que no nos encuentran cuando nos buscan y a que no apunten en el cuaderno del alma el tiempo que hace que no los llamamos por teléfono. La vida de cada uno es un pequeño y enrevesado mundo que muchas veces nos supera y bastante hacemos con pelearnos con él sin salir muy perjudicados mentalmente, para estar pendientes de cumplir con unos y con otros.
No sé, pero algo me dice que la amistad es, sobre todo, confianza en el otro. Y ya se sabe que donde hay confianza, da asco.
Y hablando de amigas, felicidades a Almu, que esa sí que es una amiga.