Me duelen los anuncios de perfumes,
esas chicas tan limpias que sonríen
desde las marquesinas.
Me duele ese gentío de los bares,
la caña de cerveza, las tapitas,
el humo y el partido.
Me duele el cuponazo de los viernes,
esos sueños tan cutres que se encierran
dentro de cinco cifras.
Me duelen las rebajas, esa ganga
esas chicas tan limpias que sonríen
desde las marquesinas.
Me duele ese gentío de los bares,
la caña de cerveza, las tapitas,
el humo y el partido.
Me duele el cuponazo de los viernes,
esos sueños tan cutres que se encierran
dentro de cinco cifras.
Me duelen las rebajas, esa ganga
que he comprado a lo loco sin pensar
que no cabe en mi armario.
Me duele el donativo que me sobra
y acalla mi conciencia sin que merme
ni un ápice mi holgura.
Me duele más que nada mi impotencia,
me sonroja comer todos los días
tres veces por lo menos.
Me duele que no cambie casi nada
que todo siga tal y como antes
de la inmensa tragedia.
Me duele haber escrito este poema
el mínimo provecho que yo obtengo
de tanta muerte junta.
Y me duele tener sesenta años,
estar viva, nacer donde he nacido,
gracias solo a mi suerte.
que no cabe en mi armario.
Me duele el donativo que me sobra
y acalla mi conciencia sin que merme
ni un ápice mi holgura.
Me duele más que nada mi impotencia,
me sonroja comer todos los días
tres veces por lo menos.
Me duele que no cambie casi nada
que todo siga tal y como antes
de la inmensa tragedia.
Me duele haber escrito este poema
el mínimo provecho que yo obtengo
de tanta muerte junta.
Y me duele tener sesenta años,
estar viva, nacer donde he nacido,
gracias solo a mi suerte.