Todas las ventanas tenían las luces apagadas, los niños se habían acostado temprano -después de limpiar los zapatos y dejar un plato con turrón y agua para los camellos en el salón- y los padres ya se habían quitado la corona después de cumplir su misión de reyes por un día y también dormían. En la radio sonaba "hablar por hablar" y una mujer contaba a los insomnes su historia triste, una hija ingrata que le daba muy mala vida; una de esas tragedias secretas que ocurren entre las paredes de las casas de la gente corriente, infiernos domésticos. Pensé que aquella mujer, en otras noches como ésta, quizá habría estado colocando regalos sin hacer ruido junto a los zapatos de su hija.
Con la mirada perdida en la oscuridad, recordé cuando yo desempeñaba el papel de reina maga y el miedo que me daba hacer ruido con los papeles y que los niños se despertaran y aparecieran en el salón frotándose los ojos y, sobre todo, recordé aquella bici que te trajeron el último año y que luego se la regalé a Fer casi sin estrenar.
Yo quería verlos subir a alguna de aquellas ventanas, pillarlos in fraganti y hacerles una foto para enseñársela a Palomita, que ya ha perdido la fe, según ha confesado; es muy duro tener una nieta que ya no cree en los Reyes Magos. Pero nada, no los pillé; y es que toda la vida han sido invisibles, pero eso no quiere decir que no existan. Si no, a ver cómo iba a tener la niña de mi vecino, que lleva dos años en el paro, una flamante bicicleta rosa con cestita en el manillar como la que montaba esta mañana por la plaza Elíptica, acompañando a la silla de ruedas de su abuela.
Los Reyes existen, ya lo creo que sí. Hay pruebas incontestables, porque a mi hijo no le gusta el turrón y, sin embargo, cuando se han levantado los niños el plato estaba vacío y las tres copas de champán, tres, usadas. Que papá y mamá son dos ¿y la otra? ¿eh? ¿quién se ha bebido la otra copa? Son ganas de negar la evidencia; Palomita se cree muy lista porque va a cumplir nueve años, pero ya se dará cuenta.
Otra prueba: a Almudena le han dejado en mi casa un absurdo bolso que se llama "El bolso de la abuelita" con miles de cosas dentro. Bueno, pues en ese bolso no había una cajetilla de tabaco ni un mechero. ¿Dónde se ha visto eso? ¿De qué abuelita estamos hablando? Había gafas, caramelos, un peine, imperdibles, tijeras, hilos, un dedal ¡hasta una llave inglesa! Pero del paquete de L.M. ni rastro. Los Reyes no tienen ni idea de lo que llevo yo en el bolso.
No sé por qué tenía yo esa bola en el pecho cuando iba esta mañana por el paseo de las Delicias con el coche lleno de trastos y de roscones hacia casa de Jesús. Será porque no había dormido
Con la mirada perdida en la oscuridad, recordé cuando yo desempeñaba el papel de reina maga y el miedo que me daba hacer ruido con los papeles y que los niños se despertaran y aparecieran en el salón frotándose los ojos y, sobre todo, recordé aquella bici que te trajeron el último año y que luego se la regalé a Fer casi sin estrenar.
Yo quería verlos subir a alguna de aquellas ventanas, pillarlos in fraganti y hacerles una foto para enseñársela a Palomita, que ya ha perdido la fe, según ha confesado; es muy duro tener una nieta que ya no cree en los Reyes Magos. Pero nada, no los pillé; y es que toda la vida han sido invisibles, pero eso no quiere decir que no existan. Si no, a ver cómo iba a tener la niña de mi vecino, que lleva dos años en el paro, una flamante bicicleta rosa con cestita en el manillar como la que montaba esta mañana por la plaza Elíptica, acompañando a la silla de ruedas de su abuela.
Los Reyes existen, ya lo creo que sí. Hay pruebas incontestables, porque a mi hijo no le gusta el turrón y, sin embargo, cuando se han levantado los niños el plato estaba vacío y las tres copas de champán, tres, usadas. Que papá y mamá son dos ¿y la otra? ¿eh? ¿quién se ha bebido la otra copa? Son ganas de negar la evidencia; Palomita se cree muy lista porque va a cumplir nueve años, pero ya se dará cuenta.
Otra prueba: a Almudena le han dejado en mi casa un absurdo bolso que se llama "El bolso de la abuelita" con miles de cosas dentro. Bueno, pues en ese bolso no había una cajetilla de tabaco ni un mechero. ¿Dónde se ha visto eso? ¿De qué abuelita estamos hablando? Había gafas, caramelos, un peine, imperdibles, tijeras, hilos, un dedal ¡hasta una llave inglesa! Pero del paquete de L.M. ni rastro. Los Reyes no tienen ni idea de lo que llevo yo en el bolso.
No sé por qué tenía yo esa bola en el pecho cuando iba esta mañana por el paseo de las Delicias con el coche lleno de trastos y de roscones hacia casa de Jesús. Será porque no había dormido